viernes, 30 de abril de 2010

Individualismo: el verdadero y el falso

Los viernes, como hoy, hay que aprovechar la tarde para ir a la librería o a la biblioteca y hacerse con un buen libro. Esta semana les voy a recomendar un texto muy corto, una conferencia, de Federico Hayek, premio Nobel de Economía en 1974, al que tantas veces hemos citado. El libro se llama: Individualismo: el verdadero y el falso. El libro intenta acabar con el mito, o mejor, aclarar el prejuicio, de que los defensores de la libertad frente a los defensores del intervencionismo político y la planificación económica son egoístas, mientras los segundos son auténticos filántropos. Filántropos con el dinero ajeno, añado yo. El individualismo verdadero es consciente de la ignorancia y la debilidad del hombre y cree que la actuación de éste es el fundamento de la vida social y de las instituciones, que en un proceso de prueba y error, hemos ido creando.

El individualismo falso de los colectivistas, los racionalistas y los constructivistas, cree que el hombre con su propia capacidad racional puede definir el orden social que necesitamos para nuestra existencia y otorga individualidad, es decir voluntad, a colectivos como la nación, el sindicato, o la clase obrera para ser agentes de la Historia. En el fondo, los individualistas falsos aseguran que ellos representan la voluntad del pueblo, como Hitler o Montilla, o de la clase trabajadora, como Stalin o Méndez, el de la UGT, pero en verdad sólo se representan a sí mismos -como cada uno de nosotros-, y lo que intentan es imponer su visión a los que dicen representar.

Las consecuencias, ya las conocen. Así que, ya saben, en un par de días pueden profundizar en estas reflexiones con el magnífico texto de Hayek: Individualismo: el verdadero y el falso. Y en el futuro no dejen que nadie les represente salvo que ustedes le hayan dado un mandato explícito en tal sentido, lo que se conoce como mandato imperativo que, por ejemplo, nuestra Constitución prohíbe respecto de los Diputados. ¿Saben por qué? Pues por los antecedentes históricos. La ciudad de Segovia colgó a los procuradores que envío a la Cortes convocadas por Carlos I porque no votaron lo que se les dijo que tenían que votar, sino lo que les dijo el Rey.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario