miércoles, 14 de abril de 2010

El fresón onubense

El proteccionismo y el intervencionismo toman a menudo el disfraz de las causas aparentemente justas. Cuando de algún modo nos beneficia, la pasión nos impide ver el perjuicio que estamos causando a otros en particular, y al conjunto social en general. Para ilustrar de qué estoy hablando, les voy a comentar las aparentemente causas justas que un conjunto de partidos y movimientos ecoprogresistas suizos, bajo el lema “no es la temporada de la fresa”, están oponiendo al fresón onubense, que ha permitido a esa provincia española ponerse entre las más prósperas de Andalucía.

Acusan al fresón español de que es barato porque esconde costes ecológicos y sociales. Dicho así, ¿cómo puede un suizo socialmente responsable consumir un fresón que consigue su baratura escondiendo costes ecológicos y sociales? ¿Y cuáles son esos costes? Los costes ecológicos, parece ser, que es el derroche de agua con el que las cultivamos y el uso de pesticidas. Los pesticidas que se usen estarán admitidos por la Unión Europea, digo yo. Y el abuso de nuestra escasa agua, qué le importa a los suizos que tienen medio país nevado todo el año. Lo de los costes sociales se refiere a las condiciones laborales de los trabajadores porque, según los organizadores, en España no siempre se respeta la legislación laboral europea. Por último, se quejan los organizadores del agresivo marketing del fresón español en los supermercados, que desplaza de las mejores localizaciones a la producción agrícola suiza.

Como ven, un absurdo que queda de manifiesto cuando solicitan el consumo de frutas y verduras de temporada producidos localmente. La campaña contemplada al descubierto no es sino el intento de los agricultores suizos de defenderse de la competencia española en algo en lo que ésta ha resultado mejor para el consumidor, utilizando cualquier tipo de argumento, y entre ellos, los que más gustan a estos movimientos ecoprogresistas: los argumentos sociales, ecologistas y, por último, nacionalistas. Les aseguro que si me lo pidieran los productores de relojes españoles podría encontrar argumentos que demostrarían que la medida del tiempo en España no es la suiza y que, por tanto, no debemos comprarles relojes. Pero serían falsos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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