miércoles, 30 de diciembre de 2009

Socialismo

Hoy no es viernes, pero aún así les envío a la librería, pues la semana pasada no tuvimos viernes, ni lo volveremos a tener en ésta. Además, es posible que algunos de ustedes, con un par de días que tengan guardados por ahí, puedan alcanzar hasta el día 7 sin reincorporarse a sus obligaciones, lo que les permitirá hacer frente a un texto para el que les anuncié que se preparasen estas Navidades, pues requiere un rato un poco largo.

Se trata de Socialismo, de Mises, que constituye la segunda recomendación que hago de este autor. El libro es un clásico publicado por primera vez en 1922, que tiene un gran mérito: demostrar científicamente la imposibilidad del socialismo o, lo que es lo mismo, de cualquier construcción social al margen del mecanismo de mercado. Mises anticipó hace casi 90 años que el sistema socialista se colapsaría, como así ocurrió hace veinte años, ante la imposibilidad de solucionar los problemas de asignación de recursos, propios de cualquier economía, dada la ausencia de precios libres que permitan el cálculo económico y la contabilidad.

Ya sé que los amigos de la tercera vía entre la sociedad libre y el intervencionismo -que siempre acaba siendo intervencionismo por la misma razón que el producto de un número positivo por otro negativo siempre da uno negativo- nos dirán que, si algo ha demostrado esta crisis es el fracaso del mercado. Pues no, señores, lo que ha demostrado esta crisis es que los sectores que han fallado son, fundamentalmente, los intervenidos y regulados, como es la industria financiera, y los que menos problemas nos han dado son los sometidos a la competencia más feroz: la electrónica de consumo y la informática son buenos ejemplos. Además, los ejemplos escogidos son buenos porque el grado de satisfacción del público con los fabricantes citados no tiene nada ver con el que tenemos de los banqueros, que han operado como franquicias del sector financiero.

El verdadero problema de la crisis ha consistido en no permitir que el mercado desplegase -ya lo he dicho muchas otras veces- su disciplina implacable, empleando para ello la ayuda pública para ocultar los errores de los bancos centrales. Pero bueno, lean a Mises y lean la obra que de él recomiendo esta semana: Socialismo, y luego entenderán por qué los Reyes Magos funcionan tan bien después de dos mil años: dependen de la iniciativa privada. Por último, no les voy a decir, como mi admirado profesor Iranzo: “Feliz 2012”, porque, si se contagian del optimismo de Mises, ustedes podrán hacer mucho por ustedes mismos desde ahora. No esperen al Estado. Feliz 2010.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 29 de diciembre de 2009

Que lo paguen nuestros herederos

Ayer publicó el Ministerio de Economía los datos de la ejecución del presupuesto público. Ayer mismo todos los medios publicaban en internet, y hoy mismo en sus formas escritas, distintas notas basadas básicamente en el propio comunicado del Ministerio, por lo que no les voy a aburrir con las típicas disgresiones sobre caída de los ingresos y aumento de los gastos que explican que el déficit de caja se ha multiplicado por cinco en sólo un año. Les he dicho muchas veces que lo que no es concreto no es verdad, por lo que voy a intentar ser muy, muy concreto.

Todos ustedes entienden muy bien lo que afecta a su bolsillo. La deuda pública es una deuda que debemos todos los españoles, por lo que su incremento es un incremento de lo que cada uno de nosotros debe y que algún día deberemos de pagar. Así, el incremento de la deuda pública que supone el déficit se resume en algo tan sencillo como lo siguiente: cada español debe ahora 360.000 pesetas más de las que debía hace un año, o dicho de otro modo, cada familia, suponiendo cuatro miembros, debe casi millón y medio de pesetas más que hace un año. Nada más. Piénselo ahora un rato. Su familia debe un millón y medio de pesetas más que hace un año.

Hace un año, un español debía por su participación en la deuda pública, más de un millón doscientas mil pesetas lo que, unido al crecimiento del último año, indica que ahora debe más de un millón seiscientas mil, o podemos concluir que para una familia media de cuatro miembros, la deuda asciende a casi seis millones y medio de pesetas. Repito: una familia media española deberá aportar en los próximos años casi seis millones y medio de pesetas -más sus intereses- para hacer frente al endeudamiento de las Administraciones públicas.

Ya sé que los amantes de la frase que más famoso ha hecho a Keynes, a largo plazo todos muertos, me recordarán que las familias tenemos muchos años para pagar esos seis millones y medio de pesetas, y sus intereses, en los que el Estado se ha endeudado en nuestro nombre. También podemos dejarlos sin pagar nosotros a favor de nuestros herederos, pero entonces que no hablen del deber moral de dejar a las generaciones futuras un mundo mejor. Todos deberíamos recordar a Burke cuando afirmaba que, en la democracia, no sólo deben votar los vivos sino también los muertos y, lo que es más importante, los no nacidos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 28 de diciembre de 2009

El bombo catalán

Para los amigos de la intervención, el azar nunca ha sido justo; porque responde a esa imagen clásica de la Justicia en la que se la representa como una mujer con los ojos vendados cuando, según ellos, debería tener vendado sólo uno para poder evaluar con el otro lo que ellos entienden como méritos. Uno de los méritos que más suele gustar a los amigos del intervencionismo es el de la territorialidad, que unas veces es la excusa para la discriminación, que adjetivan de positiva, y otras veces para la igualdad más ramplona.

Ahora han sido los amigos de Esquerra Republicana de Cataluña los que han escogido el criterio de la territorialidad para exigir la igualdad de las distintas regiones de España en aras de la Justicia, entendida a su manera. En concreto, han presentado una iniciativa legislativa en las Cortes españolas y en el Parlamento catalán para que se asegure que Cataluña percibe un porcentaje del conjunto de los premios de la Lotería Nacional igual a su participación en el producto interior bruto español, con el fin de que no vuelva a pasar lo del pasado día 22, en el que la Comunidad de Madrid arrambló con el 40% del total de los premios, así como con diez de los catorce primeros, en el sorteo de Navidad.

Para ello, han propuesto la creación del denominado 'bombo catalán', que imaginamos que será cantado en dicho idioma, en todos los sorteos, ya sean por el método tradicional, que se utiliza en el sorteo de Navidad que ha generado la discordia, o el moderno que se utiliza en el resto de los sorteos. En el bombo catalán estarán sólo los números vendidos en Cataluña, de tal modo que se les asegure el porcentaje mínimo antes apuntado, pero junto a dicho bombo, los números también estarán en el bombo nacional, como modo de que si la suerte es más favorable que el criterio de equidistribución, a Cataluña le corresponde esta última proporción. El problema, de acuerdo con una interpelación de Coalición Canaria, se plantea respecto del tratamiento que deben recibir los números adquiridos por no residentes en Cataluña en el resto de España o el de los adquiridos en Cataluña por residentes en el resto de la Nación. Vamos, un lío.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Nos va a tocar la lotería, la de verdad

Pues si no les ha tocado la lotería, ya conocen el viejo refrán castellano: “No hay mejor lotería que el trabajo y la economía”. El refrán tiene más enjundia de lo que parece. Al fin y al cabo, sólo dice que únicamente podemos alcanzar grandes metas en nuestro consumo futuro sacrificando el consumo presente. Esto que es verdad en el nivel macroeconómico, o lo que es lo mismo, para el conjunto social, no tiene por qué cumplirse en el microeconómico, el individual. Así, si alguien necesita adquirir algo para lo que no tiene ahorrado, necesita que otro que sí lo tiene se lo preste. Y esta es la finalidad del sistema financiero, de los bancos y de las cajas. Hay individuos que necesitan hacer adquisiciones en el presente, por ejemplo un empresario, para las que no tienen el ahorro suficiente, que solicitan, bien directamente o bien a través de una entidad financiera, a aquéllos que los tienen.

Hasta aquí todo es correcto. Esto que les explico, para aquéllos que han estudiado economía, se resume en la vieja ecuación de que el ahorro debe ser igual a la inversión. Y así ha sido hasta que llegaron los keynesianos y pensaron que habían descubierto cómo solucionar esta restricción que nos impide comprar todo lo que queremos, y ahora. La solución consiste en que los bancos centrales fabriquen dinero que prestan a los bancos privados, que así no sólo disponen de los fondos que algunos ahorraron, sino de unos más amplios. Así las cosas, ya podemos consumir ahora lo que ni hemos ahorrado nosotros ni ha ahorrado nadie.

Esto ya tendría importancia por sí sólo porque el aumento de la cantidad de dinero provoca inflación, pero es que, además, provoca una desvalorización de los fondos efectivamente ahorrados por algunos, pues lo que es abundante pierde valor. Así se va desincentivando la virtud moral del ahorro, y las autoridades recurren cada vez más a la emisión de dinero. Este es el fondo de la crisis, pero no de la actual -que no es sino un episodio pasajero en una más amplia-, sino que lo es de la crisis más global que sufre Occidente. Pero bueno, olvide esto que no son sino reflexiones de un profesor de Economía, porque mañana por la noche a usted y a mi nos va a tocar la lotería, pero de verdad, cuando nazca el Hijo de Dios.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 22 de diciembre de 2009

El calentamiento global de estos días

Ayer a las cinco y media de la mañana, mientras esperaba el taxi que nunca pudo llevarme al aeropuerto de Barajas, me reconfortaba yo pensando que, al fin y al cabo, el calentamiento global del planeta está próximo y muy probablemente para marzo ya no acontezcan episodios meteorológicos tan desagradables. Es cierto que la pandilla de Copenague está estos días empeñada en evitar el calentamiento global, pero de verdad les digo que me parece que hay empeños más interesantes.

Pero vamos al tema. Ayer escuché muchas críticas a las autoridades pero por una vez, y sin que sirva de precedente, no me parecieron justas. Además, en muchos casos me parecieron incluso peligrosas para nuestra autoestima nacional. La crítica básica era que España no está preparada para una ola de frío como la de ayer, que nuestras autoridades demostraron falta de medios y de diligencia, y que esto no era de recibo en una potencia económica, sino más bien en un país tercermundista. Pues miren, no estoy de acuerdo, y se lo digo yo que fui uno de los grandes afectados ayer: no pude acudir a la firma de dos contratos, y a ver cómo recupero el importe de los billetes de avión.

Ayer, las pérdidas económicas fueron cuantiosas. No se podrían haber evitado todas aunque sí reducido, pero eso sí, incurriendo en una serie de inversiones y gastos que dudo mucho que hubieran compensado, porque no se nos olvide, sucesos como el de ayer ocurren en Madrid, por ejemplo, una o dos veces al año. No podemos exigir al Estado que, para dos días de nieve fuerte, mantenga una estructura ni incurra en unos gastos que superarían en mucho a las pérdidas que ayudarían a evitar. Algunas de las cuales, por cierto, estaban cubiertas por esa magnífica institución privada que es el contrato de seguro. Si no queremos que el Estado, no sólo nos deje helados a impuestos, sino que siga inmiscuyéndose en nuestras vidas, no debemos ni responsabilizarle de todo ni exigirle que nos lo solucione todo.

Algunos me dirán que en Alemania no pasa esto cuando nieva. Es posible, pero es que también es posible que el número de días de nieve justifique la inversión y el gasto que, por otro lado, podría ser siempre confiado a empresas privadas ligadas a las aseguradoras como modo de reducir sus pérdidas en estas ocasiones. Y mantengan la autoestima nacional alta: nosotros llevamos mal la nieve ¿pero han visto ustedes el lamentable espectáculo de los nórdicos en la playa? Pues eso.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 21 de diciembre de 2009

La tierra es del viento

Con el tema de la vivienda estamos que no nos aclaramos en España porque, mientras unos aseguran que ya ha tocado suelo y que incluso los precios comienzan de nuevo a repuntar, otros hablan de que aún le queda un recorrido a la baja importante. El problema en España es fruto de la conjunción de tres políticas públicas equivocadas con las que un sector empresarial ha hecho lo que cabe esperar de los empresarios: aprovecharlas para hacer dinero, si bien ahora, por culpa de una de dichas políticas, lo están purgando pero bien, que diría el castizo.

La primera, una política de empleo que anima a trabajadores extranjeros a venir a España, cuando el paro estructural en nuestro país apenas nunca ha bajado del 10%. Trabajadores que necesitan, como es lógico, una vivienda, con lo que se creó la demanda creciente y sostenida durante un buen periodo de tiempo. La segunda, la política que permitió, y permite, a los ayuntamientos controlar la cantidad de un bien, el suelo, en un país europeo con escasa densidad demográfica como es España, política con la que se redujo la oferta en beneficio de dichos ayuntamientos. Finalmente, la tercera política pública equivocada, partió del Banco Central Europeo facilitando la liquidez que a algo había que dedicar y que se dedicó a casar la demanda con la oferta de vivienda a cualquier precio, creando un problema parecido al de los tulipanes en la Holanda del siglo XVI. Pero miren ustedes cómo ahora, el usufructuario de La Moncloa ha hallado la solución en una sola frase, que es todo un programa de acción política: “Tenemos que unir el mundo para salvar la Tierra, nuestra Tierra, donde viven pobres, demasiados pobres, y ricos, demasiado ricos, pero la tierra no pertenece a nadie salvo al viento”. Así que los ayuntamientos no podrán controlar la oferta de suelo, ni nosotros -como decía ayer una señora en la radio- que pagar el IBI, porque la tierra es del viento.

Pero fíjense en lo de que los pobres son muchos y los ricos sólo demasiado ricos. No es una broma, porque a los pobres cuando son muchos se los esteriliza como al ganado, en lugar de enseñarles las virtudes que nos separan a los hombres de los animales, y a los ricos, como la tierra es del viento, les negamos la propiedad privada. De esto al nacional socialismo no hay ni un paso. El usufructuario de La Moncloa, a parte de creer que los ricos son los otros, no es que no sepa de Economía, es que no sabe de Antropología, a pesar del optimismo del que tanto presume.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Burocracia

Ya es viernes, el día de acudir a la librería a por el texto que semanalmente les recomiendo. Esta semana vamos a citar a un autor al que alguno de ustedes, a la vista de las recomendaciones que vengo haciendo, seguro que echaban de menos: Ludwig Von Mises. Aunque Mises es conocido, sobre todo, por su demostración de la ineficiencia del socialismo y, por tanto, su imposibilidad práctica de alcanzar el bien.

En esta ocasión les recomiendo un texto más corto que los dedicados a dicha demostración. Ya llegarán las vacaciones para que les indique algo más largo y contundente, sólo apto para devoradores de libros que quieran ver cómo ya en los años 20 se anticipó por este economista el desastre en que terminaría la Unión Soviética.

El texto que les recomiendo esta semana es Burocracia, de apenas 170 páginas. Es el primer texto que escribió este profesor austriaco en inglés, en 1944, tras llegar a Estados Unidos huyendo de los nacis cuatro años antes. Desde 1945 y hasta su muerte en 1973, fue catedrático de la Universidad de Nueva York, por lo que no pudo ver cómo su discípulo Hayek –dos veces citado hasta la fecha en estas recomendaciones bibliográficas- alcanzaba el Nobel de Economía al año siguiente.

Burocracia no es una crítica a los métodos burocráticos propios de la administración civil o militar, como algunos podrían suponer. Mises conoció bien lo que era la burocracia, y la entendía a veces necesaria en estas actividades, dado que fue funcionario del Imperio Austrohúngaro y la república que lo siguió, así como oficial del primero durante la primera guerra mundial.

Burocracia es una crítica a la extensión de los métodos burocráticos a la esfera privada y a la sociedad en general, que están reduciendo la libertad individual y aumentando la estatalización de la vida privada. Especialmente interesante es el capítulo quinto sobre la gestión burocrática de la empresa privada, y el epígrafe dedicado a la interferencia pública en la elección del personal, que tanto daño social -además de empresarial- hace, aunque se disfrace de discriminación positiva. Recuerde, por tanto: Burocracia, de Ludwig Von Mises.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Las cuatro respuestas (preocupantes) de Bernanke

Si tienen tiempo, busquen en la página web de la Reserva Federal las declaraciones de Bernanke, presidente de dicho organismo, en el Club Económico de Washington. Se agradecen por lo concisas y claras, aunque no dejan de preocupar por su contenido. El sr. Bernanke intenta responder a lo que llama las cuatro preguntas frecuentes sobre la economía y la Reserva Federal.

En la primera, ¿a dónde vamos? -en economía, se supone-, el presidente nos indica que, al menos en EE.UU., las cosas han mejorado desde este verano, pero poco más. En la segunda, sobre ¿qué hace la Reserva Federal para mantener el sistema financiero y la economía en general?, nos indica que los 270 miembros de la compleja estructura de directorios de la Reserva asegura que no está sesgada por la visión de Washington o de Wall Street, sino que otro tipo de personas como agricultores o académicos, por ejemplo, también influyen. La verdad es que esta respuesta a la pregunta que hacía es casi delincuente, y si no, recuerden el adagio latino “Excusatio non petita, acusatio manifesta”. La tercera pregunta acerca de si todas estas actuaciones no nos llevarán a la inflación, realmente no se contesta, porque el sr. Bernanjke no sabe salir del hecho que él mismo constata: el crédito de la institución que dirige se ha multiplicado por 2,5 desde el comienzo de la crisis.

Pero lo más interesante es su respuesta a la pregunta de cómo evitar crisis como la presente en el futuro, porque, al margen de los tópicos comunes sobre la necesidad de mejorar los instrumentos de medida y controlar los riesgos de las entidades en el futuro, dice algo que venimos afirmando desde el comienzo de la crisis: que debemos abandonar la filosofía del demasiado grande para caer, que nos tiene prisioneros de las grandes instituciones. Que para ello los accionistas y los acreedores de las grandes instituciones deben soportar las pérdidas de los mismos, y que no debe haber costes para el contribuyente, de tal modo que los pequeños no compitan, por este motivo, en desigualdad con los grandes y se restaure lo que denomina la disciplina del mercado, que no es otra cosa, aunque no lo cite, que la posibilidad de quiebra que tanto buen juicio pone en cualquier banquero o empresario, y que es lo que le falta a los políticos porque nunca quiebran.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El problema de las cajas de ahorros

Pues ya la hemos liado: cinco cajas de ahorros, sin contar con la intervenida, han publicado pérdidas. De momento todas pierden porque las pérdidas por morosidad son abultadas, pero ninguna porque sus gastos corrientes superen a sus ingresos corrientes. Sin embargo, ya hay alguna en la que este margen es muy estrecho y que, de seguir así, no necesitará siquiera que los clientes no paguen para comenzar a tener problemas. El año que viene será peor aún y es posible que después de que ya hay seis cajas en pérdidas, no haya que esperar tanto, y en los resultados de fin de este mismo ejercicio algunas publiquen números rojos.

¿Es esto una prueba de que las cajas de ahorros deben desaparecer como algunos defensores de la libertad de mercado defienden? En mi opinión, no. La banca puede llevarse a cabo por instituciones con forma de sociedad anónima -los bancos-, con forma de cooperativa -las cajas rurales-, o con forma de fundación -las cajas de ahorros-, sin que haya motivos para que después de más de trescientos años de historia de las mismas en España, tengamos que censurar la existencia de esta última forma. Las cajas de ahorros tienen una forma diferencial respecto de las otras dos: no hay propietarios, lo que puede favorecer determinados comportamientos perniciosos para la supervivencia de las mismas y para sus depositantes. Sin embargo, su historia demuestra que pueden sobreponerse a los mismos.

El gran problema de las cajas de ahorros ha sido la interferencia política, la entrega al poder político de la gestión de las mismas, porque las cajas de ahorros, no lo olvidemos, no son públicas como no lo son las fundaciones. Hemos hablado mucho de las ayudas a la banca, pero en España, salvo los adelantos de liquidez que hizo el Estado a través del Fondo de Adquisición de Activos Financieros, las ayudas, a través de lo que se ha dado en llamar el FROB, sólo han ido a una caja de ahorros, y las que se están debatiendo son sólo para cajas de ahorros, porque lo políticos necesitan ocultar sus vergüenzas como gestores mientras se quejan del mercado y de la codicia de los banqueros. Aquí, la quiebra de alguna caja tampoco habría venido mal para que entendieran (los políticos) lo que es la disciplina del mercado cuando pasearan por las calles de sus ciudades, en lugar de intentar convencernos de que las ayudas se han aprobado para corregir los errores del mercado que tenían nombres y apellidos: los suyos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 15 de diciembre de 2009

Que no, que esto no se arregla con dinero

Lo peor de las medidas económicas de nuestro Gobierno es que no son muy diferentes de las que está tomando el resto de Occidente, lo que hace pensar a los ciudadanos que no caben otras, aunque no se confíe en las mismas. Al final, esto creará una sensación de desánimo generalizado, cuando lo que se pretende, por parte de los políticos, es sólo inyectar entusiasmos que cada vez duran menos y necesitan más dinero. Ayer, Nicolás Sarkozy, presidente de la república francesa, anunció un paquete de medidas para la modernización nacional y la salida de la crisis, para el que emitirá 35.000 millones de euros de deuda pública francesa. Deuda que, para su colocación en los mercados, competirá con la que está emitiendo España, lo que, tras la amenaza de rebaja de la calificación crediticia por parte de Standard & Poors a la española, hará cada vez más difícil su venta.

Sarkozy incluye entre sus medidas el fomento de la formación y la educación superior, el apoyo al desarrollo sostenible y las PYMES, la financiación de los gastos de I+D, y el desarrollo de la economía digital y las nuevas tecnologías. Así dicho, cualquiera le critica que pida prestados 35.000 millones de euros que deberán pagar en los próximos años para gastar en cosas que no han decidido los franceses.

Japón se queda menos corto aún, y lanza su cuarto plan de choque contra la crisis (en la que lleva instalado veinte años) para gastar en cosas parecidas pero, como diría un castizo, más a lo bestia: 190.000 millones de euros. Todo esto sólo demuestra una cosa: los líderes de los países desarrollados están totalmente carentes de ideas e instalados en la irresponsabilidad, y creen que todo el problema económico se arregla con dinero, y no es así. No hay dinero suficiente para cubrir el derroche de un manirroto; sólo la austeridad y el trabajo le sacarán de su situación, pero a ver quién se lo dice. Ellos no van a ser los que le digan al pueblo eso, porque han asumido que su papel es prometerle la felicidad de la abundancia aquí en la Tierra. Los del pueblo nos hemos vuelto, también, irresponsables, y creemos que es la obligación de los que nos gobiernan solucionarnos los problemas, lo que nos llevará, sin duda alguna, a la esclavitud.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La empanada mental de sindicatos (y demás)

En Madrid ha aparecido una pujante industria de la manifestación, que los fines de semana de todo el año desarrolla una frenética actividad de consumo en bares y restaurantes, venta de bocadillos, refrescos y cucuruchos de patatas fritas, venta de banderas de todo tipo, pegatinas y pines, y otra industria auxiliar conexa, en un área que va desde Atocha en el Sur, a la Plaza de Colón en el Norte, y desde la Plaza de Oriente, en el Oeste -como corresponde-, a la Puerta de Alcalá en el Este.

Esta área, de interés económico sin duda y que merece la declaración gubernamental de zona especialmente protegida para el desahogo ciudadano, sufrió una fuerte conmoción el pasado sábado ante la presencia de menos de 35.000 liberados sindicales que han sumido a la industria de la manifestación en una crisis importante, dado que contaba con una asistencia multitudinaria el sábado para cerrar bien el año. Por lo demás, fueron interesantes las declaraciones de Cayo Lara, coordinador de Izquierda Unida, que habló de cinco millones de parados (cifra que no coincide con las oficiales y que, si es verdad, requeriría que hubiese exigido alguna explicación al Gobierno) y que afirmó, además, que al usufructuario de la Moncloa le falta valor para enfrentarse con los grandes poderes económicos o la banca (pero no dijo nada de las ayudas que el Estado ha aprobado para una parte de este sector, en detrimento de la parte del sector que está sano, y del resto de contribuyentes).

Eso sí, aprovechó para atacar a los empresarios y unirse a las declaraciones de Méndez, que presumió de su legitimidad democrática frente a la de los empresarios que, según él, no los elige nadie, lo que demuestra la empanada mental de estos señores. A los empresarios los eligen todos los días los consumidores a los que están obligados a servir. No tenemos muy claro a quiénes sirven ustedes a parte de a sí mismos. Recuerden que la legitimidad democrática no es suficiente: Adolf Hitler tenía más legitimidad democrática que Oskar Schindler. Con sindicatos como éstos Argentina lleva 70 años de crisis.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Política, de Aristóteles

Ya ven que ha llegado el viernes de nuevo, pero esta vez es posible que no les mande a la librería porque, posiblemente, muchos de ustedes tengan este libro en su biblioteca personal. Al fin y al cabo, es posible que lo hayan leído en algunos de los estudios que han cursado, lo que incluye el bachillerato. Tampoco les voy a indicar que lo lean entero, sólo el libro primero, apenas veinticinco páginas de la edición de bolsillo que manejo e, incluso, para los más ocupados, sólo desde el capítulo VIII al XI, con lo que su tarea queda reducida a apenas diez páginas.

Y ¿por qué tan poca lectura? Pues porque el tiempo de Adviento y la preparación a la Navidad lo merece, y porque seguro que ustedes, como yo, tienen infinidad de cenas y comidas que atender antes de la Nochebuena. El libro, ya desvelo el misterio, es la Política, de Aristóteles. Es interesante, de modo especial, el capítulo IX, donde el maestro de Alejandro Magno afirma que no “es la función general de la economía la de aumentar la riqueza hasta el infinito”, como parecen creer algunos. Y es que, realmente, de lo que trata la economía es de la ordenación de nuestras necesidades de todo tipo para satisfacer con medios escasos las más posibles, comenzando por las más perentorias. Es decir, y como afirma el filósofo, todas las artes y técnicas están limitadas en su finalidad, incluida la economía, pero no así la búsqueda de la riqueza por sí misma, que clasifica dentro de lo que llama la crematística.

Aristóteles nos explica por qué el hombre busca las riquezas sin límites en una sencilla frase: “La causa de esta disposición es la preocupación por vivir, pero no por vivir bien. Así, al ser aquel deseo sin límites, desean también unos medios sin límites”. Ya conocen, pues, el origen de la codicia que nos aflige: la desesperanza ante la muerte.

De la banca no habla bien el estagirita porque el negocio del tipo de interés le parece el más antinatural de todos. No comparto su juicio, porque no comprende que el tipo de interés, como afirma el economista austriaco Mises, no es una categoría económica, sino psicológica; sin embargo, en lo que sí creo que estaríamos de acuerdo es en lo antinatural del dinero sin base metálica que utilizamos hoy día, y que es el origen de la crisis que padecemos. Recuerde, por tanto, la recomendación de esta semana: Política, de Aristóteles, libro primero, especialmente capítulos VIII al XI. Siempre hay que volver a los clásicos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Lo discutible de las ayudas

Pues el presidente Obama nos anuncia un plan estímulo contra el desempleo con los 135.000 millones de dólares que no se han consumido en las ayudas a la banca. Ya ven que con lo que no le ha hecho falta para ayudar a su sector financiero, el gobierno de los Estados Unidos pretende ahora solucionar el problema del desempleo que le ha subido hasta el 10%. Una cifra que en España es un lujo pero en Estado Unidos, una catástrofe. Podríamos hacer demagogia de la que gusta a la ecopogresía: para los parados las migajas de la banca, pero no, porque, tal vez, puestos a ayudar, ése era el orden que había que seguir aunque parezca duro.

Continuamos. En España también hemos aprobado importantísimas ayudas para la banca, especialmente para las cajas de ahorros, algunas de las cuales no se están ni utilizando, porque los políticos locales prefieren una caja muerta bajo su control que viva bajo el control de otro. Pero eso no es lo que me interesa ahora. En España, han desaparecido el 10% de las empresas en los dos últimos años mientras el Gobierno, como el norteamericano, ayudaba a la banca. Podríamos volver a hacer demagogia sobre el absurdo aparente que supone ser el abanderado de los humildes que ayuda a los ricos, pero no, porque en Economía sabemos que las cosas no son así de sencillas.

Así de sencillas, y de burdas, suelen creer que son los sindicatos. Lo que es discutible en sí mismo es la ayuda, no el orden en que se aplica: primero a los bancos y luego a los parados. Los gobiernos no han dejado caer a los bancos pero sí a otro tipo de empresas, y ahora quieren acudir en rescate de los desempleados que la caída de las empresas no financieras ha producido. Sin embargo, sí vamos a criticar esta discriminación entre sectores y tamaños de empresas que han supuesto las ayudas públicas que, además, generan perturbaciones económicas basadas en el favoritismo o, dicho de otro modo, en la capacidad de interlocución de un agente económico. Así, el que puede hablar con el Gobierno puede hacerle ver su problema, y el que no, no. Algo parecido a lo que ha pasado en España recientemente con los agricultores y los creadores musicales.

Cualquier ayuda pública es, pues, una injusticia, y convierte a nuestro sistema político en un artificio por el que unos pretenden que sus errores o su infortunio lo paguen los otros. Para algunos de estos casos el mercado ya ha inventado un modo que no genera injusticia, porque no está basado en la violencia institucional: el contrato de seguro. El Gobierno no puede asegurarnos todo, gracias a Dios, y cuando lo pretende no causa más que injusticias.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

La segunda oportunidad ya ha pasado

Ha hablado el sr. Trichet, presidente del Banco Central Europeo, para alabar el papel de los banqueros centrales y los gobiernos europeos, asegurando que han evitado una gran depresión gracias a la agilidad y arrojo de dichas autoridades. Lo que no ha añadido, y esto lo digo yo, es que fueron los banqueros centrales los que previamente nos pusieron, como solemos decir en castellano, a los pies de los caballos.

El sr. Trichet advierte a los bancos de que no habrá una segunda oportunidad porque los ciudadanos no comprenderían una nueva ayuda pública para sanear su situación económica. Y en esto estoy de acuerdo con el sr. Trichet, pero no porque no crea que las autoridades van a dejar de ayudar a los bancos en dificultades, especialmente cuanto más grande sean, sino porque la segunda oportunidad ya ha sido, y la tercera, y la cuarta… la próxima vez que les ayuden no podrá ser la segunda, por tanto. Lo que ha caracterizado a la última oportunidad en forma de ayuda que se le ha dado a los banqueros es que es la más grande de las que ha habido hasta la fecha, pero les aseguro que no será mayor que las que le sigan.

Los bancos centrales deciden en cada momento, y me da lo mismo que los argumentos sean técnicos o políticos, la base monetaria, el dinero en circulación que hay en una economía. Los bancos privados no son más que correas de transmisión o, si lo prefieren, franquicias del producto que fabrica el banco central correspondiente. Con independencia de comportamientos inmorales -que a veces los hay entre los banqueros y que se solucionan normalmente con el Código Penal-, el banquero privado intenta vender todo el producto que le suministra el banquero central. Si le suministra mucho, vende mucho. Ahora, si de repente el banquero central le pide que devuelva lo que le prestó porque no le gusta cómo se están poniendo las cosas, el banquero privado no puede exigir a sus prestatarios que le devuelvan lo que le deben. Lo demás, ya lo saben.

Por tanto, le guste o no al sr. Trichet, mientras los banqueros centrales sigan decidiendo la base monetaria de la economía, va a ser difícil que se sustraigan a su responsabilidad de ayudar a los bancos privados, salvo que den un paso más y los nacionalicen. Todo lo demás es una falta de honestidad intelectual tan propia de nuestro tiempo, porque todo esto, les aseguro, también lo sabe el sr. Trichet.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Sobre símbolos religiosos y otros que no lo son

Pues yo también les voy a hablar de lo del Crucifijo y las escuelas. Unos dirán que qué hago hablando de religión en un blog económico, y otros que esto no es más que otra tontería del Gobierno para distraer nuestra atención. A los primeros les recordaré que la Economía trata de realidades espirituales: la acción del hombre que se proyecta al futuro para cubrir sus necesidades de todo tipo; lo que trata de realidades materiales es la ingeniería. A los segundos, que esto, al margen del problema religioso, es un ataque más a la propiedad privada. Dicho esto, vamos al tajo.

El diputado señor Tardá ha vuelto a mostrar una de las confusiones típicas de los políticos actuales que, al no distinguir lo público de lo privado, terminan por violentar los derechos de propiedad. Así, este diputado ha asegurado que es su objetivo la retirada del crucifijo de los colegios privados que reciben ayuda pública -lo que llamamos los concertados-, y dicho así hasta parece razonable si no fuera porque el dinero con el que apoya a esos colegios, previamente se lo ha quitado a los padres el Estado, con la excusa de que así asegura la educación de los muchachos y el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos. Libertad que luego violenta, prohibiendo el crucifijo en un colegio de educación católica elegido por los padres.

Como ven, un absurdo de los muchos a los que nos lleva el intervencionismo público. Hay que acabar con esta idea de que el Estado puede exigir, a todos aquellos a los que paga, una pretendida neutralidad ideológica, y hay que acabar porque esto se genera primero con una ineficiencia económica, que tiene su origen en que el Estado cobra impuestos para dar los servicios que el ciudadano se pagaría si le dejaran suficiente dinero, y porque, segundo, con esta ineficiencia se va reduciendo, además, la iniciativa privada y la libertad de los individuos.

En cualquier caso, le voy a dar otra idea al Sr. Tardá porque a mí no me molestan los crucifijos, sino los escudos del Real Madrid en vehículos que la gente se compra con las ayudas del Plan E. Ahí tiene usted que incidir, Sr. Tardá: fuera escudos del Real Madrid de automóviles que financiamos entre todos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Estudios de Economía política

Llegó el viernes y algunos de ustedes incluso disfrutarán de un largo puente. ¡Enhorabuena! Pero antes de nada, esta misma tarde, o mañana por la mañana a más tardar, acérquense a la librería y adquieran el libro que les voy a recomendar: Estudios de Economía política, del profesor Huerta de Soto. El profesor Huerta de Soto es, sin duda alguna, el economista de habla española que más ha contribuido al conocimiento, desarrollo y divulgación de la teoría económica de la Escuela Austriaca, algunos de cuyos autores han sido recomendados por sus obras en este blog de los viernes que dedicamos a la buena doctrina económica. O mejor dicho, porque ya les he explicado que la Economía es ciencia y, por tanto, se basa en la verdad a la Economía, y no a otras cosas carentes de rigor científico.

El profesor Huerta no sólo es un gran estudioso con importantes aportaciones al estudio de los fenómenos monetarios (en una de sus obras, por ejemplo, anticipa perfectamente la crisis que nos aflige) o aportaciones que demuestran la imposibilidad del bienestar económico en las economías planificadas (como ya demostró la Historia, pero seguimos empeñados en experimentar), sino que es, probablemente, el más ameno, divertido y, sobre todo, apasionado conferenciante o exponedor público de economía política que puedan encontrar. Después de escucharle la primera vez, uno decide estudiar Economía aunque su interés fundamental en la vida estuviera totalmente alejado de la ciencia. La segunda vez que uno le escucha, decide doctorarse. Si no me creen, aprovechen una de sus clases en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, pero luego no me reclamen por su nueva adicción.

El libro que les recomiendo es sencillo y agradable de leer porque se trata de un conjunto de artículos largos sobre diversos temas muy interesantes en Economía. Como los artículos no se puede afirmar que constituyan una unidad sistemática, pueden leerse independientemente. Probablemente, los capítulos 7 al 10 les resulten muy atractivos, porque en ellos les parecerá que el profesor Huerta está retransmitiendo nuestros problemas económicos actuales. Así, que recuerden: Estudios de Economía política, de Jesús Huerta de Soto. Disfrutarán casi tanto como escuchando al autor.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

jueves, 3 de diciembre de 2009

El verdadero problema: la banca central

Ayer Don José Ramón Inguanzo, el ilustre director del programa Primera Hora, de Gestiona Radio, lo pasó mal. En la tertulia de las 7.30 de la mañana quería que los asistentes habláramos de tres o cuatro temas distintos y, al final, sólo se habló de uno: el incremento de las competencias de la intervención pública en el sistema bancario, y porque nos echó, casi con violencia, a todos del estudio, que si no, allí seguimos.

Ayer también, el individuo que usufructúa el Palacio de La Moncloa nos estuvo contando las bondades de la Ley de Economía Sostenible entre las que incluyó el refuerzo de las competencias del Banco de España y de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, para evitar otra crisis como la que hemos sufrido. Y eso, mal que le pese al usufructuario, no se conseguirá incrementando las competencias de los supervisores. Ni reduciéndolas tampoco. El problema de la crisis no está en un fallo de la supervisión, ni tan siquiera en la escasez de medios de la misma, como suelen afirmar los intervencionistas para los que el sector público no falla sino que siempre tiene escasez de medios.

El problema de la crisis lo crea el sistema de banca central con el que nos hemos dotado, que es un fallo público en sí mismo y que cuando las cosas llegan muy lejos requiere que los supervisores se relajen un poquito, o que se varíen las normas contables como ha sucedido recientemente, para taparle las vergüenzas de sus equivocaciones al banco central correspondiente, ya sea el Central Europeo o la Reserva Federal. Cuando eso no basta, vienen las ayudas que no sólo cubren los errores públicos sino también los privados, aquellos que son sólo imputables al banquero.

Robert Aumann, premio nobel de Economía en 2005 por sus aportaciones a lo que los economistas llamamos la Teoría de Juegos, ha declarado recientemente: "Los planes de rescate crean incentivos erróneos que conducen a crisis futuras". Eso es todo. dejemos de cobrar impuestos a los pobres para cubrir las equivocaciones de los políticos y de los banqueros que se han equivocado. Permítannos distinguir entre políticos y banqueros buenos, y los que no lo son tanto. Lo contrario es un incentivo al comportamiento moral desviado.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

La conjura de los necios

Pues el artículo de hoy me lo ha escrito el profesor Sala i Martín, que ayer era entrevistado en el diario Expansión y una vez más no me defraudó. No me defraudó porque volvió a vestir tan mal como siempre: americana de un indescriptible verde manzana, camisa y pantalones negros y corbata negra con un estampado de los siete enanitos de Blancanieves a todo color. Pero no me defraudó por sus declaraciones. Léanselas si pueden conseguir el periódico todavía hoy, y luego me dicen si yo soy cañero, como afirman algunos. Creo que al lado del profesor Sala, asemejamos yo a una novicia y él a Rambo.

Afirma el profesor cosas como que los problemas de España “no se solucionan vendiendo más pisos, dando cheques para comprar coches o haciendo calles”. Porque, como añade, el problema de España no es de demanda sino de productividad, y la productividad no se consigue aumentando el gasto en I+D y “el mundo no va así. Esto sólo funciona en la cabeza de un ministro que quiere vendernos la moto”.

Critica fuertemente la educación y la universidad española (recordemos que este hincha del Barça es catedrático en la Universidad de Columbia, en Nueva York) en donde aboga por introducir la competencia en lugar del sistema viciado de acceso a las plazas que hemos creado. Nos avisa que estos cambios se notarán a largo plazo y encontrarán la fuerte oposición de ciertos lobbies, pero nos apercibe de que llevamos dos años de crisis y no hemos hecho nada. Critica el profesor Sala la imagen del empresario en España: “Aquí, la gente piensa que el empresario está libre porque todavía no lo han enganchado, y que seguro que ha hecho negocios fraudulentos por los que tendría que estar en la cárcel”. Por último, critica a Europa que no permite la competencia legal entre países sino que uniformiza la legislación de acuerdo con las felices ideas de los burócratas, unos tipos, y esto lo digo yo, que no es que no entiendan el mercado, es que lo odian.

En cualquier caso, busquen el diario Expansión de ayer y lean la entrevista en la página 34, no la 32 como erróneamente dice la portada. Pasarán un buen rato y entenderán por qué los ayudantes de la Universidad de León llegan a presidentes del Gobierno, y un tipo como Sala a catedrático en Columbia.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 1 de diciembre de 2009

Anteproyecto insostenible

Pues el Gobierno cumplió el viernes con su amenaza, y nos atizó a todos los españoles con un anteproyecto de Ley de Economía Sostenible, y ya tienen ustedes a sesudos analistas y profesores de Economía entretenidos en explicarnos el contenido del mismo. Toda una pérdida de tiempo cuando la mayoría concluyen que es un cascarón vacío. Sostenible no quiere decir nada. Es, simplemente, el adjetivo que está sustituyendo a 'progresista', adjetivo este último que gozó de gran prestigio, pero que de tanto utilizarlo para ocultar la ignorancia y la incompetencia, ya es difícil esgrimirlo sin provocar carcajadas.

Sostenible puede ser cualquier cosa y su contraria si al Gobierno le pete. En cualquier caso, sí hay que decir algo del adjetivo sostenible: es una excusa para intervenir en decisiones que deben ser de los particulares. Así, el anteproyecto regula cosas variopintas como la temperatura en los locales privados de acceso público y no, como se dice, en los locales públicos, porque el Gobierno no debe olvidar que un bar, por ejemplo, es privado aunque el dueño nos deje entrar.

La norma está dividida en tres partes: mejora del entorno económico, competitividad y sostenibilidad medioambiental, sin ninguna estructura lógica ni entre las partes ni en cada parte. Realmente, recuerda a aquellas leyes de acompañamiento de presupuestos que lo mismo te modificaban el Código de Comercio que el etiquetado comercial de los supermercados referente al tamaño de los huevos de gallina. Algunos de sus aspectos serán agua mojada como, por ejemplo, la reducción de la morosidad de las administraciones públicas locales, porque si los acreedores no pueden embargar a los Ayuntamientos no les sirve de nada que la Ley les reconozca que tienen el derecho a cobrar en un plazo determinado. Otros no sé si causan risa o preocupación, como la obligación de coordinación que se establece para los organismos supervisores entre ellos (¿qué pasa, que no lo hacían, o al menos no lo hacían suficientemente?) y con la Comisión Nacional de la Competencia, ese órgano que existe con una u otra denominación parecida en todos los países de nuestro entorno, y cuya finalidad es acabar con la libertad de mercado bajo la excusa de promover la competencia, un conjunto de individuos que ni la comprenden ni les gusta. La verdad es que el anteproyecto es insostenible.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.