jueves, 17 de diciembre de 2009

Las cuatro respuestas (preocupantes) de Bernanke

Si tienen tiempo, busquen en la página web de la Reserva Federal las declaraciones de Bernanke, presidente de dicho organismo, en el Club Económico de Washington. Se agradecen por lo concisas y claras, aunque no dejan de preocupar por su contenido. El sr. Bernanke intenta responder a lo que llama las cuatro preguntas frecuentes sobre la economía y la Reserva Federal.

En la primera, ¿a dónde vamos? -en economía, se supone-, el presidente nos indica que, al menos en EE.UU., las cosas han mejorado desde este verano, pero poco más. En la segunda, sobre ¿qué hace la Reserva Federal para mantener el sistema financiero y la economía en general?, nos indica que los 270 miembros de la compleja estructura de directorios de la Reserva asegura que no está sesgada por la visión de Washington o de Wall Street, sino que otro tipo de personas como agricultores o académicos, por ejemplo, también influyen. La verdad es que esta respuesta a la pregunta que hacía es casi delincuente, y si no, recuerden el adagio latino “Excusatio non petita, acusatio manifesta”. La tercera pregunta acerca de si todas estas actuaciones no nos llevarán a la inflación, realmente no se contesta, porque el sr. Bernanjke no sabe salir del hecho que él mismo constata: el crédito de la institución que dirige se ha multiplicado por 2,5 desde el comienzo de la crisis.

Pero lo más interesante es su respuesta a la pregunta de cómo evitar crisis como la presente en el futuro, porque, al margen de los tópicos comunes sobre la necesidad de mejorar los instrumentos de medida y controlar los riesgos de las entidades en el futuro, dice algo que venimos afirmando desde el comienzo de la crisis: que debemos abandonar la filosofía del demasiado grande para caer, que nos tiene prisioneros de las grandes instituciones. Que para ello los accionistas y los acreedores de las grandes instituciones deben soportar las pérdidas de los mismos, y que no debe haber costes para el contribuyente, de tal modo que los pequeños no compitan, por este motivo, en desigualdad con los grandes y se restaure lo que denomina la disciplina del mercado, que no es otra cosa, aunque no lo cite, que la posibilidad de quiebra que tanto buen juicio pone en cualquier banquero o empresario, y que es lo que le falta a los políticos porque nunca quiebran.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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