jueves, 25 de febrero de 2010

La deuda subordinada de la banca española

Algunos de ustedes sólo buscan mi perdición, como cuando me preguntan a cuánto cotiza el sindicalista, dado que los diez mil hijos de Méndez que se manifestaron antes de ayer tiene más peso que un millón de antiabortistas en el ánimo del Gobierno. Pues más o menos como el dólar y el yen: casi 1 a 100. Sin embargo, no les voy a hablar de ello ni de las declaraciones del profesor Rogoff de la Universidad de Harvard, que anuncia la suspensión de pagos de varios estados en los próximos años.

Les voy a hablar de la rebaja de la calificación crediticia de la deuda subordinada de la banca española por parte de Moody´s. La deuda subordinada, para aquellos que lo desconozcan, es un pasivo de las entidades financieras no protegido por el Fondo de Garantía de Depósitos, que en los años de tipos de interés muy bajo las instituciones colocaron entre algunos de sus clientes por los mejores tipos que ofrecían y como un modo de reforzar su solvencia, el de las entidades, pues la deuda subordinada es el último de los acreedores de una entidad en cobrar si hay problemas.

La rebaja que ahora hace Moody´s generará, como no puede ser de otro modo, que el precio de esta deuda caiga en los mercados o, lo que es lo mismo, que los clientes que la suscribieron no recuperen su inversión si necesitan el dinero antes de tiempo. Pero también generará unas oportunidades muy interesantes para las entidades emisoras que, algunas, ya están aprovechando recomprando en los mercados la deuda que emitieron en su momento por debajo del precio al que la emitieron. Algunos me dirán que esto es una vergüenza, que las entidades han engañado a los tenedores o que es una inmoralidad. Dejando de lado que algunos de estos tenedores son inversores profesionales o que los precios los fija el mercado y que las entidades tienen menos capacidad de lo que solemos creer a la hora de fijarlos, lo relevante es que estos movimientos no han sido sino fruto de las políticas monetarias erráticas de las autoridades monetarias. Autoridades que, además, con la teoría de salvar al débil sólo han ayudado al fuerte porque, no lo duden, la competencia nos protege de los poderosos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Quintás vs Banco de España

Ayer hizo Don Juan Ramón Quintás, presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), unas declaraciones que fueron muy criticadas, probablemente por mal entendidas. Tengo al profesor Quintás por un buen economista, que en esta fase final de su vida profesional se está despachando a gusto diciendo lo que nadie se atreve a decir, aunque personalmente en este caso no comparto del todo lo que dijo.

Criticó el señor Quintás la medida del Banco de España de forzar a las entidades a reconocer una pérdida del 30% para los inmuebles que permanezcan más de un año en balance. Criticó la medida porque dijo que podría provocar un colapso del mercado inmobiliario al aumentar la oferta de inmuebles de manera súbita, lo que a su vez podría ser un problema, tanto para este mercado como para las entidades financieras que verían sus activos inmobiliarios caer de precio. Los críticos le han dicho que lo que no quiere es rebajar los precios de los inmuebles que las entidades atesoran como modo de sostener los mismos. Las consecuencias de la medida, como afirma Don Juan Ramón, son de difícil previsibilidad. La misma, en cualquier caso, no puede provocar una caída de los precios de más del 30% en los inmuebles si fuera verdad que las cajas de ahorros están ocultando pérdidas, como afirman algunos, y que dichos precios debieran ser inferiores en más de un 30%, como afirman otros. La solución, ni tan siquiera está en, como ha pedido el presidente de la CECA, un estudio de las consecuencias de la norma, como si los valores de las cosas pudieran sostenerse por artificios contables o intervenciones concertadas de los agentes. La solución estaría en que las entidades no tuvieran incentivos de valoración contable a tener los inmuebles en su balance o fuera de él, y eso sólo se consigue aplicando simplemente la normativa contable en vigor: los inmuebles no pueden figurar en contabilidad por encima de su valor razonable, es decir aquél por el que dos partes libremente lo intercambiarían. Es posible que hoy sea difícil estimar dicho valor, pero también es verdad que en los últimos años nadie se ha preocupado de si la normativa contable en vigor se estaba aplicando con rigor o si, como tantas cosas últimamente, dejábamos pasar el tiempo a ver si se arreglaban las cosas por sí solas.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 23 de febrero de 2010

Los sindicatos, por fin, salen a la calle... o no

Hoy es 23 de febrero y para celebrarlo, los sindicatos mayoritarios nos convocan a una manifestación de claro contenido erótico festivo esta tarde. Yo casi que me la voy a perder, pero no dejen ustedes de ir porque la cosa promete.

¿Y por qué digo que la manifestación tiene un claro contenido erótico festivo? Pues por las declaraciones del señor Méndez, hace unos días. Está claro que las relaciones entre el Gobierno y los sindicatos estaban llegando más allá de lo que estos últimos estaban dispuestos a aceptar. Ese hombretón barbado que es Méndez le ha dicho al usufructuario de la Moncloa, en unas declaraciones del pasado viernes: ¨Cuando hay que poner pie en pared, la UGT pone pie en pared¨. Está claro que el Gobierno le tenía contra la pared y algo pretendía porque Méndez ha añadido que lo que pretenden manifestarle al gobierno es que: ¨Zapatero eso no, así no¨.

Pero está claro que si el gobierno se lo hace de otro modo, se van a dejar. El otro modo ya lo conocemos: un 44% de paro juvenil, porque los jóvenes que no han accedido al mercado laboral aún no cuentan para los sindicatos que llevan más de treinta años negociando condiciones laborales peores para los que cada año se incorporan al mercado laboral. Prejubilaciones a los 50 y jubilaciones anticipadas para enmascarar las auténticas cifras de paro, pero eso sí: en las empresas grandes o públicas donde los sindicatos tienen liberados, porque los trabajadores de las pequeñas empresas privadas no cuentan para los sindicatos. Derecho a cobrar de las empresas en los expedientes de regulación de empleo, así como a financiarse con los fondos de formación públicos y otras subvenciones y bagatelas, pero nunca con las cuotas de sus afiliados, que son, por otro lado, bastante escasas.

Está claro que los grandes sindicatos están dispuestos a aceptar cualquier cosa del Gobierno siempre que no venga de frente. Allá ellos, porque yo prefiero que, al menos, me miren a la cara. No es que me vaya a dar más gusto, pero me será más fácil comprenderlo.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 22 de febrero de 2010

La garantía de la Deuda Pública

La verdad es que economía no se aprende en dos tardes. Ni siquiera en los cinco años que duraba antes una licenciatura o los cuatro que lo hace ahora un grado. El usufructuario de la Moncloa nos lo demuestra continuamente con sus declaraciones. El viernes arremetió, porque las declaraciones que hizo no pueden considerarse como otra cosa, contra los mercados. Y lo hizo en Londres, la City, donde se gobiernan las finanzas en Europa. En concreto el usufructuario dijo que era una contradicción que los mercados, beneficiarios de las ayudas públicas para evitar el colapso del sistema financiero, fueran los que exigieran ahora la reducción del déficit público. Y lo argumentaba porque eran los beneficiarios de aquellas, las ayudas, que eran el origen de éste, el déficit.

Lo primero que habría que explicarle al sujeto que nos gobierna es que el mercado o los mercados no son las entidades financieras, sino que las entidades financieras desarrollan su actividad en el mercado, pero no son las únicas. En el mercado financiero actúa mucha más gente que los bancos o las aseguradoras que han recibido ayuda en el exterior, o las cajas que la han recibido en el interior. Actúan, entre otros, todos los que tienen deuda pública española y aspiran a cobrarla. Y como acreedores exigen que sus créditos estén suficientemente garantizados.

¿Y quiénes tienen deuda pública española? Pues muchos extranjeros, pero no gente rica que veranea en los mejores sitios y se codea con gente chic como el Presidente de nuestro gobierno, sino centenares de miles de partícipes en fondos de inversión y de pensiones que exigen a sus gestoras que rentabilicen sus ahorros, compañías de seguros que responden de los seguros de vida, hogar o de automóvil de los particulares, o bancos o cajas, nacionales o extranjeros, que tienen que devolver sus depósitos.

Por otro lado, ustedes, los gobernantes, han dado las ayudas a algunos de los agentes que operan en los mercados, pero no a todos. Usted, usufructuario de la Moncloa, exíjales, en todo caso, a los beneficiarios de las ayudas, esa coherencia que podría haberse aplicado usted no ayudando a los poderosos. Claro, que vistas sus declaraciones, uno sospecha que usted no sabe ni a quién le da el dinero. Comprenderá ahora entonces los temores, ¿o tampoco?

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

viernes, 19 de febrero de 2010

Sin Rumbo, de John Taylor

Ya hemos llegado al viernes, así que, fiel a mi compromiso de aumentar su cultura económica, les voy a hacer la recomendación de esta semana. Un texto que fue presentado hace poco por la fundación FAES, por lo que es muy probable que algunos de ustedes hayan oído hablar del mismo. Se trata del libro del profesor Taylor: Sin rumbo. Sí, así como han oído, Sin rumbo, y el subtítulo que lo acompaña explica por qué se escogió tal título. Se lo copio porque es toda una declaración de los contenidos del mismo: "De cómo las acciones e intervenciones públicas causaron, prolongaron y empeoraron la crisis financiera".

Algunos de ustedes, los que me leen a diario, pensarán que casi casi podría haberlo escrito yo, pero si fuera así yo no podría utilizar este texto como argumento de autoridad en favor de mis posturas. Y es que el profesor Taylor no es cualquiera. No sólo es profesor de la Universidad de Stanford, sino que ha sido consejero de los presidentes Ford, Carter y Bush hijo, así como subsecretario del Tesoro con este último, entre otros importantes cargos. Pero lo que le ha dado fama mundial es una regla que lleva su nombre y se utiliza por los bancos centrales para establecer el crecimiento de la masa monetaria dentro de unos límites razonables que permitan el crecimiento económico y eviten la inflación.

Pues bien, Taylor demuestra en este libro que las crisis financieras, ésta como todas las anteriores, son creadas por los excesos monetarios de las autoridades, en concreto de las autoridades monetarias: los bancos centrales. Hasta aquí nada nuevo. La gran aportación del autor es explicarnos que los bancos centrales se confundieron al comienzo de la crisis identificándola como de liquidez, en lugar de como de solvencia, por lo que pretendieron solucionarla inyectando más liquidez al sistema, cuando era precisamente un exceso de liquidez lo que había producido la crisis de solvencia. A partir de aquí, el desastre al que nos ha conducido. Pero bueno, léanlo ustedes porque es un texto corto y sencillo. En un fin de semana se lee esta obra de John Taylor: Sin rumbo.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

jueves, 18 de febrero de 2010

Deuda pública

Ya ni la deuda pública es lo que era. Ya ven ustedes que los Estados Unidos han comenzado a detectar ventas de cierta importancia por parte de los inversores internacionales de los bonos emitidos por su gobierno y que España, a pesar de algunos comentarios triunfalistas, ha tenido que subir la remuneración de sus bonos a largo plazo en la última subasta en un nada despreciable 0,12% anual para poder colocarlos. Nada despreciable porque, entre otras cosas, lo pagamos usted y yo con nuestros impuestos.

Pero esta no es la única noticia que afecta a los bonos públicos. A principios de este año ya se comenzaron a escuchar voces que empezaban a exigir que los bonos públicos dejaran de considerarse por las regulaciones financieras como activos libres de riesgo. Vamos, que estaban diciendo que los bonos emitidos por un gobierno, incluso en su propia moneda, dejaran de considerarse como operaciones sin riesgo. Los emitidos por un gobierno en una moneda distinta a la propia siempre se consideraron sujetos a riesgo, pues el gobierno en cuestión necesitaba, como cualquier deudor en moneda extranjera, adquirir la divisa para hacer frente a sus obligaciones.

Sin embargo, en su propia moneda, un gobierno siempre puede fabricar los billetes necesarios para pagarla. Esto parecía que se evitaba -que el gobierno fabricase los billetes- separándolo de su correspondiente banco central, pero desde que estos últimos aceptan los bonos públicos como garantía de las operaciones de crédito a los bancos privados, resulta que los bancos centrales fabrican toda la moneda que los primeros necesitan para suscribir la deuda pública. Vamos, que la deuda pública comienza a representar los activos de un banco central que no tiene reservas metálicas sobre su propio gobierno. Lo que hace que ni la deuda pública de un gobierno ni la moneda emitida por su banco central tengan valor alguno. Y esto comienzan a detectar los mercados que ha llegado demasiado lejos. No otra es la razón por la que el oro y la plata lleva una década de subidas.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

miércoles, 17 de febrero de 2010

De Grecia a Wall Street

Vaya vaya, parece que el Gobierno griego ha estado ocultando durante toda una década su nivel de endeudamiento real utilizando para ello operaciones de divisas. Concretamente lo que los financieros llamamos, en esa jerguilla llena de anglicismos que tan snob nos hace sentirnos, forward sobre divisas o, en español, permutas sobre tipos de cambio u operaciones a plazo sobre divisa. Estas operaciones forman parte de ese conjunto de instrumentos financieros que reciben el nombre de derivados y que tan mala fama tienen.

El gobierno griego, como cualquier operador interviniente en los mercados, necesitaba una contrapartida y hete aquí que la encontró en esa calle neoyorkina que sintetiza para algunos todos los males actuales: Wall Street. Encontró la contrapartida allí porque, como comprenderán ustedes, la Caja Rural de Aldeaperdida no tiene capacidad para cerrar una operación con el gobierno de una nación europea de más de once millones de habitantes. Sin embargo, eso no ha sido óbice para que algunos culpen a los banqueros norteamericanos de lo sucedido, cuando el que ha ocultado las operaciones en su contabilidad ha sido el gobierno griego. Los bancos americanos no ocultaron las operaciones en sus balances por la sencilla razón de que las normas internacionales de contabilidad y los principios contables aplicados en los Estados Unidos no lo permiten a las compañías privadas. Así, las operaciones con derivados, que presentan importantes dificultades para su reflejo contable, se recogen en los estados financieros de los bancos internacionales por imperativo legal. Sin embargo, el gobierno griego acudió a estas operaciones porque la normativa contable que se aplica a los entes gubernamentales en Europa no le obligaba a reflejar las mismas.

Puestas así las cosas, el crédito de los bancos internacionales al gobierno griego se orquestó mediante un derivado pactado a precios fuera de mercado, de tal manera que dicho gobierno recibió una cantidad al comienzo superior a la que le correspondía en condiciones de mercado por vender divisa y que posteriormente iba devolviendo recomprando esa misma divisa a precios superiores a los que le correspondería igualmente en condiciones de mercado. Una argucia que en un balance privado no habría pasado la primera revisión de un auditor experto. Sin embargo, resulta que las iras de la opinión pública son contra los bancos que diseñaron el producto, dieron el crédito y lo contabilizaron correctamente, y no contra el gobierno que engañó a sus ciudadanos y a toda la Unión Europea a la que ahora pide ayuda. ¡Vivir para ver!.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 16 de febrero de 2010

¿Dónde están los especuladores?

Pues va a ser verdad lo que dice el Gobierno de que hay una conspiración de especuladores. Ayer, un conocido especulador del mercado de divisas y tipos de interés, que ha hecho unos beneficios extraordinarios operando en los mercados, sacudió con sus declaraciones a la banca y a la economía española. ¿Adivinan de quién se trata? pues nada más ni nada menos que del Banco Central Europeo, que en 2008 y 2009 ha dado unos beneficios extraordinarios operando en el corto plazo con la base monetaria y alterando los tipos de interés a corto plazo y la cotización del euro.

Pero vamos a lo que hemos venido. Resulta que el Organismo emisor alertó ayer sobre la posibilidad de que la banca española coseche importantes pérdidas durante 2010 como consecuencia de la caída del valor de los inmuebles y el aumento de la morosidad, movimientos que se alimentan mutuamente en tanto los incentivos de los deudores al impago aumentan con el deterioro de la garantía. Incluso en un derecho como el español, donde la ejecución de la garantía no es necesariamente suficiente para cancelar sus obligaciones.

El problema es que el mayor especulador de la zona euro, el Banco Central Europeo, pretenderá resolver un problema de solvencia inyectando liquidez al sistema, a pesar del anuncio de que previsiblemente los tipos de interés subirán en unos meses, porque la mejor forma de que las cosas no caigan de precio es hacer que todo valga nada, que es a lo que nos encaminamos con tanta liquidez. Esa ha sido la solución que aplicó junto con el mayor especulador del área del dólar, la Reserva Federal de los Estados Unidos, como bien nos ha mostrado el profesor Taylor en un libro del que les hablaré el viernes, y es lo que harán a pesar de la cara de banqueros ortodoxos que ponen. Así, que ya sabe el Gobierno español donde están los especuladores: en unas dependencias de la Unión Europea en Francfort, y a lo que se dedican: a hundir el euro, anegando de liquidez los campos de la economía europea para constatar luego que allí ya no crece nada porque se pudrió todo. Claro que se pudrió todo porque nuestro Gobierno tampoco puso a buen recaudo los silos con la simiente antes de que llegaran las aguas.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 15 de febrero de 2010

La conspiración financiera

La verdad es que mantener un blog sobre economía en estos tiempos en España, y querer estar al margen de la polémica política de bajos vuelos que practican nuestros responsables políticos, en el Gobierno y en la oposición, es difícil. Como saben ustedes, la deuda pública española está sufriendo en los mercados financieros una importante presión vendedora. Es decir: que pocos desean tener papelitos aceptados por nuestro Gobierno y practican el pasa la bola o tonto el último con dichos papelitos, intentando hacerlos cada vez más atractivos mediante la rebaja de su precio en cada nueva transacción o, lo que es lo mismo, haciendo que suba el tipo de interés al que se remunera dicha deuda.

Este movimiento no se circunscribe sólo a la deuda pública, sino también a todo tipo de activo financiero emitido por españoles: ya sea deuda privada o participaciones empresariales. Así, el Ibex-35 lleva una caída acumulada de más del 14% en lo que va de año, y van seis semanas, por utilizar el indicador más popular. El Gobierno ha respondido a esta presión vendedora sobre nuestros activos financieros con división de opiniones, como en los toros y como suele tenernos acostumbrados: unos, que no viajan y hablan de cara a la galería española, apuntan hacia la confabulación de los especuladores, mientras que otros, los que viajan para recabar el apoyo de los inversores extranjeros, dicen que no hay tal confabulación.

Hablando de los especuladores, ya les he contado alguna vez que son el chivo expiatorio que, como saben, es el mejor amigo del hombre en palabras del profesor Rodríguez Braun, de los errores de los gobiernos. Más cuanto más ineficaces y populistas son. Ahí tienen a Chávez en la en otra época riquísima Venezuela. Pues bien, nuestro Gobierno para rematar el sinsentido de todo dice que ha puesto al CNI a trabajar para desvelar la trama conspirativa financiera que hay contra España. Dice, porque lo que de verdad ha hecho es decir que ha dicho de cara a la galería de electorado ávido de creer, que los especuladores tienen la culpa de todo, como en otros tiempos creían que las monjas envenenaban las aguas de Madrid. Como esto siga así, Venezuela va a comenzar a parecer un sitio serio.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

viernes, 12 de febrero de 2010

Ética Económica

Ya ven que las semanas vuelan y ya ha transcurrido un octavo de año y de nuevo estamos en viernes. Los viernes acudimos a la librería y así vuelvo a recomendarles otro texto para que vayan incrementando su biblioteca sobre economía. En esta ocasión volvemos a los temas éticos en economía, sobre los que suele prestarse poca atención hasta que vienen las debacles y la ética toma protagonismo el rato que nos dura el dolor. El texto se llama Ética Económica, del dominico alemán Arthur Utz. Sí, sí, han leído bien, de un dominico, porque probablemente sólo en la Iglesia, y no precisamente en los últimos años, se ha reflexionado sobre la eticidad de las actuaciones del mercado. En España, por ejemplo, la Escuela de Salamanca, en la que todos sus componentes eran escolásticos, comenzó a trabajar sobre el tema ya a finales del siglo XVI, es decir, hace más de cuatrocientos años. En otros ambientes, al mercado se le ha tildado siempre de inmoral, pero no se han aportado argumentos racionales sino puramente emocionales. Y eso es lo que nos aporta el profesor Utz, argumentos racionales. Les transcribo la recomendación del autor ante la pregunta de qué hacer cuando la competencia internacional produce más barato que nosotros:

Desde el punto de vista de la ética económica, sólo hay un programa de austeridad del que varias veces se ha hablado: trabajar todavía más y más barato, ahorrar más y mantener la presión sobre los precios a favor de un orden social sano, en el que todos encuentren un puesto de trabajo.

Como ven, un programa económico que haría las delicias de nuestras autoridades, nuestros sindicatos y nuestra ecoprogresía, que no consideran que engañarse a uno mismo y engañar a otros o que la falta de responsabilidad sí que atentan contra la moral, y no propiamente el mercado, que es una institución que moralmente no es neutra porque permite a los individuos comportarse como seres morales, al revés que la economía dirigida e intervenida, que nos corrompe. Así que ya saben: esta semana el libro es Ética Económica de Arthur Utz.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

jueves, 11 de febrero de 2010

¿La UE ayudaría a España?

Ya les conté en otra ocasión por qué es verdad que Grecia está peor que España pero España es para Europa el problema y no Grecia: al fin y al cabo la nación que alumbró la democracia es cinco veces menos que nosotros en términos económicos. Ahora parece que la Unión Europea va a rescatar a Grecia pero, y esta es la pregunta del millón: ¿estará dispuesta a ayudarnos a nosotros si finalmente lo necesitamos? Una ayuda para España que fuese la mitad en términos relativos que la griega, sería dos veces y media mayor en términos absolutos y, además, se sumaría a la ya hecha a favor de Grecia. Y eso es mucha ayuda incluso para Europa.

Alemania, que dado que es un tercio de la economía europea podemos decir que paga un tercio de los platos rotos por otros, comienza a dar síntomas de cansancio. Es cierto que el sentido de la responsabilidad que los alemanes manifiestan en la estabilidad de la moneda única, como antes lo hicieron de la suya propia, les fuerza a aceptar algo que no les gusta nada, pero también es cierto que pueden comenzar a cansarse y, como ya les anuncié un día, plantearse alternativas. Dado que a nadie puede expulsarse del mecanismo de moneda única una vez admitido, pero uno puede abandonarlo siempre que quiera… saquen ustedes las conclusiones.

En el sistema bancario del que nos hemos dotado -un único emisor público en régimen de monopolio, el Banco Central Europeo en este caso-, no parece que puedan caber varios estados con soberanía plena porque, lógicamente, hay incentivos claros a que unos estados hagan descansar sobre los otros sus errores. ¿Qué ocurriría si determinados estados comienzan a negarse a asumir estos errores? La demagogia no tiene fin, y un buen ejemplo lo hemos encontrado en nuestro Gobierno esta semana, echando la culpa de sus males a la confabulación de los mercados. Pues lo que ocurriría es que probablemente nos enfrentaríamos unos europeos con otros, azuzados por nuestros gobiernos. La manera más fácil de acabar mal con alguien es discutir de dinero.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 9 de febrero de 2010

Límites a los bancos

Paul Volcker, que fue presidente de la Reserva Federal en la época de los presidentes Carter y Reagan, y ahora asesora a Obama, ha comparecido en la Comisión bancaria del Senado norteamericano con una propuesta, cuando menos, llamativa: limitar el abanico de inversiones que las entidades bancarias hacen con los recursos, propios o de clientes, de que disponen, pues en el caso de que las pérdidas superen a los primeros -los recursos propios-, la garantía gubernamental cubre a los segundos -los recursos de los clientes-. Sin embargo, cuando las inversiones son beneficiosas, los resultados quedan a favor de las entidades.

En el fondo, ha descubierto que el mecanismo de cobertura de los depósitos del público funciona de manera asimétrica en favor del banquero. Pero es que además ha funcionado más asimétricamente de lo esperado porque las autoridades han ido más allá de lo que prometía el mecanismo. El mecanismo asegura los depósitos del público hasta una cantidad, pero no por encima, ni asegura la continuidad de las entidades. Sin embargo, las autoridades han incrementado rápidamente el importe de los depósitos asegurados y, lo que es más peligroso, han asegurado la viabilidad de las entidades que han asumido un riesgo excesivo. El Senado de los EE.UU parece que ve difícil la puesta en marcha de la medida que propone Volcker. Pero no porque le parezca peor o mejor, sino porque con todo el sentido común ve que es complicado hacer cumplir una norma como la que se propone. Y es que muchas veces no se cae en la cuenta de que ya hay mucha legislación bancaria, de mejor o peor calidad, pero tanta que es difícil, en ocasiones, vigilar su cumplimiento.

Comparto con Volcker su interés por acabar con los efectos perversos que el aseguramiento de los depósitos parece producir en los banqueros, pero la solución no me parece que venga de prohibir actividades que, en principio, no pueden ser ilegales porque no son inmorales. De hecho, ya hay mucha regulación, como la conocida como Basilea II, cuya finalidad es asegurar que las entidades asumen riesgos que pueden soportar y que, sin embargo, no nos ha evitado los problemas que padecemos. No nos los ha evitado porque el riesgo no existe cuando otro corre con las consecuencias y porque, como bien se ha dicho, este riesgo es sistémico, es decir: de sistema y quienes los han creado son los bancos centrales con su absoluta libertad para emitir moneda, primero, y las autoridades corriendo con el gasto de los platos rotos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 8 de febrero de 2010

Los mercados atacan al Gobierno

Vaya semana bursátil la última. El Ibex-35 cayó más de un 7%, y desde el comienzo del año más del 15% frente al Dow Jones norteamericano, por utilizar una referencia internacional, que la semana pasado cayó un 1% y en lo que va de año un 5%. Algunos periódicos han tildado esta caída como un ataque de los mercados a la gestión económica que viene realizando nuestro Gobierno. Y probablemente así es, pero conviene matizar. Porque dicho así, los mercados atacan a nuestro Gobierno, casi me dan ganas de coger las armas e irme a por la pandilla de hijos de mala madre que desde los mercados atacan a nuestra patria. Dicho así, este gobierno, que tan malo me parece, no deja por ello de ser mi gobierno, el que hemos elegido los españoles, y no puedo admitir que un grupo de especuladores extranjeros intente imponerme mi gobierno. Dicho así, casi estoy dispuesto a revivir el 2 de mayo y encabezar una partida que prenda fuego al distrito financiero de Madrid para ir empezando. Dicho así, parece que intentan violar nuestra democracia, y uno comprende a los que dicen que es una vergüenza que los mercados intenten sobreponerse a la soberanía nacional. Pero insisto: dicho así. Porque lo que ocurre se puede decir de otra manera que, además, es la que de verdad explica lo que pasa. Vamos a por ella.

Los inversores extranjeros están vendiendo sus activos financieros en España: es decir, las participaciones que tienen en las empresas domiciliadas aquí, y los bonos, representativos de deuda, emitidos por esas empresas y por nuestro Gobierno, la deuda pública. Y lo venden porque no les gusta cómo se están llevando las cosas en España. No tienen ningún interés en que el Gobierno cambie o continúe, pero sí tienen interés en acertar con sus inversiones, y parece que ahora mismo estar en España no es una gran idea. La caída de nuestros mercados financieros es una consecuencia no buscada por ellos y en ningún caso es un medio para alcanzar un fin político que, por otro lado, no les interesa lo más mínimo.

Podemos evitarnos los españoles estos disgustos que nos dan los mercados cuando dejamos de gustarles. De hecho, en las dictaduras y en los regímenes totalitarios, se los evitan bajo la excusa de la independencia y la soberanía nacional. Es tan sencillo como no dejar invertir a los extranjeros en España: que no financien nuestras empresas cuando hay oportunidades de negocio y empleo, ni nuestro consumo cuando no ahorramos lo suficiente. Pero claro, la alternativa no me gusta nada. Ellos sólo velan por sus intereses que, además, no son tan contrarios a los nuestros.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

viernes, 5 de febrero de 2010

Sindicatos ¿para qué?

Hemos llegado al viernes y voy a recomendarles un libro de Federico Hayek. Y con éste van tres, pero es que no me he podido resistir cuando repasando en mi biblioteca he visto el título: Sindicatos ¿para qué? Han leído perfectamente: Sindicatos ¿para qué? Es un libro corto, apenas cien páginas, que contiene dos interesantes artículos que cuestionan el papel de los sindicatos en las sociedades libres.

Al fin y al cabo, y España es un buen ejemplo, los sindicatos que han conseguido institucionalizarse son aquellos de raiz marxista, defensores de sociedades totalitarias en las que el nivel económico del trabajador es muy bajo, por lo que la conclusión es obvia: no son los sindicatos los que han creado las magníficas condiciones de trabajo -en comparación con las de los países socialistas, de que gozan los trabajadores en los países libres-, sino el hecho diferencial entre los dos grupos de naciones: la libertad. Si los sindicatos hubieran alcanzado su objetivo de implantación del socialismo, estaríamos tan bien como en la antigua Unión Soviética y sus satélites.

En todo caso, habría que decir que las condiciones laborales en el mundo libre se han alcanzado pese a los sindicatos. España es, también, un buen ejemplo. Fíjense en el enorme empleo juvenil: un 44%, mientras los sindicatos siguen defendiendo a los trabajadores de determinados sectores; aquéllos que por tamaño, productividad o ayuda pública, pueden sostener liberados sindicales. Fíjense en la escasa diferenciación salarial en España: la más baja de la OCDE entre trabajadores con y sin titulación universitaria, y la mitad que la media, lo que reduce el incentivo al estudio. Y sin gente que estudie, ¿cómo quieren apostar por una sociedad del conocimiento? Pues nuestro premio Nobel de Economía favorito pone en duda muchas cosas, con argumentos similares a los que les he propuesto. ¿Por qué los sindicatos tienen que financiarse con dinero público? o ¿por qué puede utilizar la violencia de manera impune en muchas ocasiones? Así, que si quieren pasar un buen rato, ya saben: Sindicatos ¿para qué? de Federico Hayek.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

jueves, 4 de febrero de 2010

El fracaso de nuestro modelo laboral

El Gobierno sigue sin defraudarnos. Publica una cifra de parados de poco más de 4 millones de la que ha descontado aquellos que están recibiendo formación o cobran otro tipo de subsidios como el PER, con los que la broma se dispara hasta los 4,3 millones. De esta política de eliminar desempleados porque les falta formación ya les he avisado en ocasiones anteriores. Esta práctica se disparará en el futuro. Llegaremos al absurdo de tener que pasar exámenes que demuestren, a juicio de las autoridades, que tenemos la capacitación mínima para trabajar, para poder inscribirnos en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo.

Pero vamos a las declaraciones del Ministro del Paro: "un país que deposita su suerte en la generación de 30 a 50 años va al fracaso”. El problema no es que hayamos depositado nuestra suerte en esa generación, sino que no nos ha quedado más remedio porque había poco trabajo. Es cierto, que se podría haber hecho de otro modo que repartiera los puestos de trabajo desde la edad de 20 o 25 años, dependiendo del grado de formación, hasta los 60 o 65, pero en tal caso las estadísticas de desempleo serían mucho peores. Vamos, que los políticos han estado mintiéndonos y mintiéndose alargando los periodos de formación de los jóvenes más allá de lo necesario en muchos casos, o con figuras extrañas como las prejubilaciones. No es que vayamos al fracaso, señor ministro, es que estamos en el fracaso del modelo laboral que usted se niega a cambiar. Modelo que ha permitido una confortabilidad moral a la clase dirigente durante los últimos treinta años. Del fracaso se sale cuando se acepta, no cuando se niega.

El alargamiento de los periodos de formación de la juventud más allá de lo necesario es, también, el fracaso de nuestro sistema educativo: la misma formación repartida en más tiempo elimina la tensión que es necesaria para que los conocimientos queden impresos en el alma del estudiante, y le desanima porque parece que la vida adulta nunca llega.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

miércoles, 3 de febrero de 2010

La reforma de las pensiones

Ya sabía yo que el Gobierno no me iba a defraudar. Recordarán (y lo pueden leer si quieren) que el lunes hablé bien de él a propósito de la ampliación de la edad de jubilación. Pues bien, me precipité. Algunos dirán que lo hice aposta para cargarme de argumentos y atizarle ahora más fuerte. Pues no señores, no es así. No es mi forma de actuar, pero podría serlo si fuera presidente del Congreso y expresidente de Comunidad Autónoma. Actué de buena fe, porque no me cabe duda de que la reforma de las pensiones requiere, entre otras cosas, un alargamiento de la vida laboral. Y es que, como ha dicho la ministra de Economía, la demografía en España no es la de hace veinte años. Claro, porque entre otras cosas se han promovido desde el poder políticas antinatalistas.

Pero vamos al tema. Ahora el Gobierno dice que lo del alargamiento está sujeto a debate, y como los líderes de las organizaciones de liberados sindicales ya han dicho que les parece mal, pues esta puede ser otra reforma interrumpida voluntariamente por el Ejecutivo. La reforma de las pensiones requiere un alargamiento de la vida laboral, puesto que la vida natural se ha alargado; requiere que se tomen en consideración todas las cotizaciones que ha hecho el individuo a lo largo de su vida, para que tenga incentivos en todo momento -y no al comienzo o al final-, a cotizar por lo más que pueda; y requiere que la pensión se asemeje más a un derecho de carácter patrimonial (como ocurre con las privadas) que impida a los gobiernos de turno rebajárnosla como modo de solucionar sus imprevisiones.

Esto, como poco. Porque podríamos ir a un programa de máximos y exigirle al Gobierno que entregue a la gestora que nosotros elijamos deuda pública por el importe de nuestras aportaciones pasadas, y que saque para siempre sus sucias manos de nuestras pensiones. Entre medias, podríamos ir a un procedimiento de pensión mínima para todos, traslado a gestoras privadas de los excesos sobre el mínimo aportado hasta la fecha y, a partir de aquí, el que quiera más que aporte más, pero de nuevo: menos Estado y más responsabilidad de los individuos. Eso sería quitar importancia a los políticos, que para una inmensa parte de la población se han convertido en los individuos que pueden arreglar tu vida. Claro que sólo la material y, además, es falso. Son los individuos que pueden hundirla. Sólo eso.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 2 de febrero de 2010

Los políticos y las cajas de ahorros

Pues como ayer hablé bien de este Gobierno, hoy, para equilibrar, lo voy a hacer mal de la oposición. La cuarta entidad financiera de España, una caja de ahorros con sede en la capital de la Nación, nos ha estado dando durante el último año un lamentable espectáculo de intromisión de los políticos en su gestión. Esto es más criticable en el partido que lo ha hecho por dos motivos: uno, porque se ha puesto a la altura del que nos gobierna, y esa altura es francamente baja. Dos, porque uno espera algo de coherencia del menos intervencionista de los dos partidos mayoritarios. Sin embargo, en esto del intervencionismo de las cajas estamos rodeados.

Ahora, vayan ustedes viendo los nombramientos de vicepresidentes que se han sucedido en la susodicha caja: uno por partido, y ha habido para todos. Suerte que en Madrid sólo tenemos tres partidos con representación. Así que no sé si esperar a que esto cambie y aparezcan nuevos partidos por ver si cambian las cosas, o mejor quedarnos así, no vaya a ser que se repartan más vicepresidencias. A lo mejor, hasta debería promover yo un partido para colocarme. No sé. Estoy hecho un mar de dudas. La verdad es que esto no es nuevo, pero no deja de escandalizarme que se mantenga la situación, y que el cambio de presidente no sirva para nada. Y me escandaliza el comportamiento de la oposición, porque tras esto se queda sin argumentos frente al Gobierno, y los votantes casi sin alternativas.

La verdad es que nuestro modelo económico, tan necesitado de cambio según los expertos y los políticos también, es difícil que lo haga con esta clase política que se asemeja mucho más a un grupo de corsarios, con su correspondiente patente, que a un regimiento de regulares sujetos a las leyes de la guerra. Al final, ya saben ustedes cómo acaban estas pandillas de hombres armados sin respeto al derecho ni a las buenas costumbres: terminan entrando en su casa y arramblando con todo lo que encuentran. Les parece que exagero: miren ustedes a algunos sitios de Sudamérica y comprenderán de qué hablo.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 1 de febrero de 2010

La incertidumbre de las pensiones

No seré yo quien critique al Gobierno por retrasar la edad de jubilación. Nos guste o no es una medida necesaria. No podemos pensar que vivimos en los años 70, cuando los jubilados apenas cobraban sus pensiones durante media docena de años después de haber trabajado, en muchos casos, casi cincuenta, y en todos, más de cuarenta. Ahora, comenzando a trabajar no antes de los 25, pretendíamos cotizar unos treinta y cinco años y cobrar pensión durante veinte o más. Eso, señores, no es posible, salvo con cotizaciones muy elevadas o pensiones muy bajas. Otra cosa es que usted se sienta estafado porque los gobiernos de turno vienen cambiando las reglas de juego de su pensión a mitad de partido cada pocos años, con lo que usted no tiene seguridad de lo que finalmente le va a corresponder.

Y es que usted se siente estafado porque los gobiernos le estafan. El método de reparto que se utiliza para establecer nuestras pensiones públicas es exactamente el método Ponzi, por el que el susodicho señor Ponzi pasó una temporada en prisión: el pago a los primeros que entran en el sistema se realiza con las aportaciones de los últimos. Un sistema de estas características sólo puede mantenerse con incrementos continuos de la población, mayores cuanto más años y más importe se aspira a cobrar. Esto no ocurre en un sistema privado, y no ocurre porque el Estado le exige que se definan bien los derechos de propiedad de los partícipes, si no quieren los gestores privados vérselas con el Código Penal. De este modo, en el sistema privado, usted puede ver a cuánto ascienden el valor de las aportaciones que ha realizado en cada momento, lo que se denomina sistema de capitalización, y planificarse en función de sus aspiraciones y posibilidades.

En el sistema público, esto no es posible: usted no está seguro nunca de lo que le va a quedar al final, lo que incentiva en muchos casos a escatimar aportaciones a favor de la previsión privada. Los gestores públicos de las pensiones no tienen ninguna responsabilidad por sus actos más allá de perder las elecciones, por lo que siempre prefieren mentirnos que enfrentarnos a la realidad. Así que para una vez que nos dicen algo razonable, aunque sea duro, aceptémoslo, pero comencemos también a exigir gente más responsable al frente de nuestras pensiones.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.