miércoles, 27 de enero de 2010

El tamaño importa

Move your Money o, en español, traslada tu dinero, es una interesante campaña ciudadana que ha surgido en los Estados Unidos y que, por las reacciones que ha suscitado, muestra muy a las claras las profundas imbricaciones que existen en los Estados Unidos entre el poder político y el de la gran banca. En nuestro país, entre el poder político y las cajas primero, y los bancos después.

Move your Money recomienda a los ciudadanos norteamericanos que retiren sus saldos de los grandes bancos, beneficiarios de la ayuda pública, y se los lleven a los pequeños bancos locales que, consideran, no se dedican a extrañas inversiones, primero con la liquidez abundante de la FED y, después, cuando la FED les retira la liquidez, con las ayudas públicas de la misma. El secretario del Tesoro norteamericano, sr.Geithner, ha reconocido que la gente es libre de hacer lo que quiera con su dinero, pero que no le parece buena idea. ¡Claro que no le gusta la idea! porque de continuar el traspaso de saldos a favor de la banca local, al final tendrán que inyectar más liquidez en la gran banca.

Esta crisis ha puesto a la luz una de las grandes contradicciones de la actuación de las autoridades financieras en los últimos años. En general, estas autoridades, también en España, han sido poco partidarias de las entidades bancarias pequeñas a las que acusaban de débiles. Así, las autoridades tuvieron en el pasado un comportamiento asimétrico: no dudaron en aplicar las reglas de mercado a las pequeñas y las dejaron caer cuando dieron muestras de insolvencia, mientras que sostuvieron las grandes (aplicando el viejo dicho de Too big to fall o demasiado grande para caer, en español). Esto ha provocado que las pequeñas entidades no se permitan errores y sean más seguras que las grandes, al menos en Estados Unidos donde, ahora, al señor Obama, le parece que el tamaño es un problema.

Y lo es, pero porque los bancos muy grandes o las entidades controladas por políticos terminan por tener al poder como rehén. En España, las que tal vez hayan operado con menos miedo a la quiebra, casi porque se consideraban a sí mismas como sector público, han sido las cajas de ahorros, y así están. Pero volvamos al Move to Money y fijémonos en España, en el tamaño de sus entidades bancarias y en las que han generado problemas. Tal vez sea el momento de poner nuestros ojos en las cajas rurales, esas pequeñas entidades de crédito con forma cooperativa, es decir, con dueños, de las que no se escucha que tengan grandes dificultades para poder pasar estos malos tiempos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 26 de enero de 2010

Tenemos una economía dopada

Recordarán que una de las discusiones sobre la crisis que venimos padeciendo era si tenía forma de U (caída, estabilidad y subida), de V (caída y subida), de L (caída y estabilidad) o, incluso, de I latina (caída sin fin). Ahora va el Banco Mundial y nos avisa de que será en W, forma que tampoco se descartó en las discusiones y que supone que tras la recuperación que venimos experimentando, o al menos eso dicen, volveremos a caer. Vamos, que la economía comienza a parecer una montaña rusa. La nueva recesión comenzaría, según dicha organización, durante la segunda mitad del presente año. La caída se explica por la retirada de los estímulos fiscales y monetarios que prevé se producirán.

En el fondo, el Banco Mundial nos está advirtiendo de algo que ya encontramos en el último informe trimestral del Banco de España: que las autoridades no ven claro cuándo van a poder retirar las ayudas que han introducido en el sistema, pero son conscientes de que habrá que retirarlas porque lo que tenemos no es una economía sana sino una economía dopada. Otro escenario que parece no contemplar el Banco Mundial es que las ayudas se mantengan, lo que nos llevará a una situación similar a la de la economía japonesa, que lleva veinticinco años sin levantar cabeza.

Las medidas de apoyo público no son solución, sino volver a la situación previa a la crisis y que no puede mantenerse ad infinitum introduciendo cada vez más apoyos públicos. Estos apoyos sólo pueden llevarnos a una cada vez mayor concentración de los poderes públicos y económicos que tendrán dos consecuencias: una económica y otra política. La económica será que se reducirá la eficiencia de los sectores intervenidos, lo que irá en detrimento de los consumidores. La política, que se reducirán las libertades públicas en general. Recuerden que sólo los empresarios de menor tamaño creen en la competencia, los de mayor tamaño sólo creen en las barreras de acceso al mercado entre las que se encuentra la definición de un tamaño mínimo para operar en los mismos y su establecimiento por ley. Ellos ya tienen ese tamaño mínimo y lo mantienen con las ayudas públicas en todas sus formas.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno

lunes, 25 de enero de 2010

La prima de riesgo española

Ya han oído ustedes que la prima de riesgo de la deuda española se ha disparado como consecuencia de las incertidumbres que tienen los inversores sobre nuestras finanzas públicas. Los últimos datos hablan de 62 puntos básicos respecto de la deuda pública alemana. ¿Esto qué significa? Pues que nuestro Tesoro tiene que pagar un 0,62% más de interés anual a los inversores que deciden suscribir o invertir en bonos públicos españoles de lo que paga el Tesoro alemán a los inversores que lo hacen en bonos de dicha nacionalidad. A finales de 2005 no había tal diferencia, y aunque en las últimas semanas ha subido algo, también es justo decir que hace diez meses la diferencia era mucho más alta: unos 120 puntos básicos.

Pero volvamos al tema: un 0,62% anual no es una broma. Son más de 2.200 millones de euros anuales que nos cuesta la desconfianza que genera la gestión que de nuestras finanzas públicas hace el Gobierno, o lo que es lo mismo, unos 70 euros por español y año; unos 280 euros por familia. Así, ya sabe que 200 de los euros que paga su familia al Gobierno en forma de impuestos no van sino a tapar su impericia. Esos 280 euros van a calmar la desconfianza de los inversores sobre la deuda pública que emite España. A esa cantidad sume otros 25 euros por español y año, o 100 euros por familia, para el sobrecoste de la deuda pública de los ayuntamientos y comunidades autónomas.

Y lo que es más sorprendente, no sólo pagamos más que los alemanes, sino que también pagamos más que los italianos (7 puntos básicos) cuando la calificación de su deuda es peor que la española, lo que sólo puede explicarse por una desconfianza muy acusada hacia el equipo económico el Gobierno. Sin embargo, el efecto de esa prima de riesgo no se circunscribe a las cantidades que les he dicho sino que afecta, como es lógico, a todas nuestras empresas, puesto que los mercados, al deudor al que menos cobran es al Estado y el tipo que aplican a las compañías privadas siempre es superior a éste. Así que fíjense la importancia que tiene ese 0,62% y las actuaciones de nuestras autoridades económicas.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

viernes, 22 de enero de 2010

Ética de la especulación financiera

Pues estamos en viernes, el día que nos vamos a la librería. Esta semana les voy a recomendar un libro de un autor español, ya que vienen quejándose de que recomiendo mucho alemán y mucho austriaco. El libro, además, muestra que la especulación financiera no es sólo legal sino, lo que es más importante, moral. El autor es Eduardo Camino y el libro se denomina Ética de la especulación financiera. El título me reconocerán que es, cuando menos, provocador o sugerente, especialmente en determinados ámbitos que pensarán que será todo lo corto que cabe de algo que es obvio para ellos. Pues bien, el libro es corto y está escrito por un doctor en teología que trabajó muchos años en los mercados financieros como broker, lo que le da mucha reflexión a lo que normalmente sólo es una práctica.

Ética de la especulación financiera nos muestra las funciones que, en una economía, desarrollan los especuladores otorgando liquidez al mercado a cambio de un riesgo que, lógicamente, intentan que les sea remunerado. Además, muestra por qué a las autoridades les gustan tan poco los especuladores y por qué demonizan su figura y les achacan todos los males: los especuladores suelen dejar a la vista los errores de dichas autoridades como, por ejemplo, cuando se enriquecen explotando la subida de la prima de riesgo de la deuda española, que no es sino el reflejo de la equivocada política fiscal de nuestro Gobierno.

La intervención pública -y esto lo añado yo- suele provocar ineficiencias que la especulación aprovecha enriqueciéndose y forzando, en ocasiones, a que sean corregidas. A más intervenciones, más oportunidades. Imaginen las posibilidades que ha creado la devaluación del bolivar en Venezuela. Esto es tan verdad, que en ocasiones la especulación goza del favor privado de los políticos que la aprovechan en su favor. Poca ética hay en estas actuaciones, pero la especulación en estos casos no es la causa, sino la consecuencia de una política errónea primero, y corrupta después. Pero de ésta no les hablará el Dr. Camino en su libro Ética de la especulación financiera.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

jueves, 21 de enero de 2010

El fallo es la regulación

Deberíamos recuperar aquella sección del profesor Rodríguez Braun en la que se comentaba la tontería económica de la semana, pero creo que no daríamos abasto sólo atendiendo lo que dicen los dirigentes de los sindicatos mayoritarios. La última es del señor Méndez cuando solicita una subida de los salarios del 2% con tasas de inflación menores del 1%, y cuando el año pasado el coste salarial tuvo una subida de alrededor del 5%, con una tasa de paro cercana al 18%, y subiendo, de acuerdo con los últimos datos del INE.

Claro que la culpa no es sólo de los sindicatos, sino también de la patronal cuando acepta el sistema de negociación colectiva, por el que unas organizaciones de escasa representatividad en los dos ámbitos, el de la patronal y el de los trabajadores, negocian las condiciones laborales de amplios sectores de la población. La negociación colectiva es uno de los errores de diseño de nuestra Constitución que, en lo económico, quiere defender la libertad de mercado y la planificación central de la economía, que son objetivos incompatibles. Es más, la planificación central de la economía es incompatible con las libertades públicas en general.

Los gobiernos, mediante la subvención de las organizaciones empresariales y sindicales, a las que atribuyen la representación de unos intereses individuales que no se les han conferido, se aseguran no la paz social, como se afirma, sino el dirigismo social. En la actual crisis se ha echado mucho la culpa a la falta de regulación del mercado, cuando los sectores que más han fallado son, precisamente, los más regulados. El mercado de trabajo, que en España lleva fallando estrepitosamente desde hace más de treinta años, no se ha escapado a esa regla, sino todo lo contrario, porque está muy regulado.

Cualquier profesional sabe que lo que le defiende no es la regulación, sino la abundancia de oportunidades, y en España no hay muchas, especialmente para los más jóvenes que soportan un paro del 44%. La emigración ha sido la válvula de escape para un mercado superregulado en la época de crecimiento, donde el paro apenas bajó del 10% y, sin embargo, hubo necesidad de importar mano de obra. Ahora que pintan bastos saltan las costuras de la pretendida paz que nos procuraban los agentes sociales.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

miércoles, 20 de enero de 2010

La hucha de los bancos

Les he contado en dos ocasiones en los últimos días -al hilo de la actualidad de los beneficios de la FED y de la tasa Obama- el paradójico efecto que se ha venido produciendo en el sistema bancario de los Estados Unidos. Efecto por el que la Reserva Federal da liquidez a la banca privada para evitar las tensiones que caracterizaron a la fase más aguda de la crisis, y que ésta deposita un importante volumen de dicha liquidez en la FED y, lo que no deja de sorprender, a un tipo menor al que la tomó. Es decir: que los bancos se endeudan con su banco central a un tipo, y luego depositan dicho dinero a un tipo menor en el propio banco central. Dicho de otro modo: los banqueros perdiendo dinero.

Ahora resulta que en el sistema bancario europeo viene pasando lo mismo, como algunos ya sospechábamos. El Banco Central Europeo recibió la semana pasada el mayor volumen de depósitos desde julio. Volumen que ascendió a más de 237.000 millones de euros, casi 40 billones de las antiguas pesetas que diría algún ministro de Fomento refiriéndose a los salarios de los controladores aéreos. Lo que llama la atención al lego en estas materias son, insisto, las condiciones en que se produce este juego. Los bancos se endeudan con el Banco Central Europeo al 1% y depositan una parte muy importante de los fondos obtenidos al 0,25%, perdiendo en términos anuales un 0,75% o, de mantenerse los importes, unos 1.800 millones de euros en un año. Así, que esperaremos a la publicación de beneficios del Banco Central Europeo para poder constatar, como en el caso de la FED, que los grandes beneficiarios de la crisis son los bancos centrales. Precisamente los que la han creado.

Pero la noticia, además de llamativa, es preocupante por lo que nos muestra: que los bancos privados siguen sin atreverse a prestar, y eso es un mal indicativo sobre cómo van las cosas. Lo positivo de la noticia es constatar que algunos banqueros han aprendido la lección: por mucha liquidez que ponga a tu disposición el banco central, hay que medir bien la capacidad de los que te solicitan crédito, no vaya a ser que no lo recuperes y luego tenga que ayudarte algún banco central.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 19 de enero de 2010

Una solución: atizar al banquero

El miércoles pasado les conté que la Reserva Federal de los Estados Unidos, conocida como la FED, había ganado en 2009 la friolera de 46.000 millones de dólares, un 45% más que en 2008, como consecuencia de la asunción del papel de banquero privado por parte de esta institución durante la crisis financiera. La crisis financiera que había provocado la propia FED, como ha demostrado el profesor Taylor de la Universidad de Standford, y que desplazó a la banca privada del ejercicio de su función por miedo a la morosidad. Posteriormente, las autoridades decidieron ayudar al sector, cosa que en esta columna se ha criticado siempre, para evitar –dijeron- su caída.

Estas ayudas suponen en parte un reconocimiento de la culpa de la propia FED en el diseño de una política monetaria equivocada. Los banqueros también tuvieron su culpa porque, borrachos de la liquidez que puso la FED a su disposición durante la última etapa de auge económico se metieron, como se dice vulgarmente, en todo. Y ahora llega el anfitrión de la familia Adams y quiere crear una tasa que grave a los bancos que, por cierto, ya han devuelto casi la totalidad de las ayudas recibidas.

Esto lo hace el señor Obama con un discurso más digno de Chávez que de la presidencia de los Estados Unidos, escandalizándose porque los bancos vuelvan a ganar dinero y a pagar bonos a sus directivos. Ya no sabe uno si quiere que los bancos ganen dinero, paguen impuestos y devuelvan sus ayudas, o prefiere que vuelvan a estar en situación delicada.

El impuesto que se pretende imponer a la banca norteamericana rezuma el prejuicio típico hacia la actividad financiera de muchos políticos. Se desconfía de la actividad financiera como si fuera casi inmoral y, por ello, se justifica que pague más. Ya lo hace cuando gana más, pero no entiendo la razón para que pague más incluso teniendo menos beneficios, que será el primer efecto de la tasa.

Las actividades económicas inmorales se prohíben, pero no se permiten a cambio de un tipo impositivo mayor. Pero claro, siempre es bueno atizar al banquero cuando las encuestas no van como uno esperaba.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 18 de enero de 2010

El coste de la deuda pública

Moody´s -esa agencia de calificación de crédito con nombre de lugar de moda o de mafioso de Chicago- ha vuelto a dar un disgusto a nuestro Gobierno. No porque lo que dice fuera desconocido por éste, sino porque lo ha publicado. El Tesoro Público, ha informado la agencia, necesitará emitir durante 2010 algo más de 210.000 millones de euros de deuda, o 35 billones de las antiguas pesetas, como le gusta decir al Ministro Señor Blanco. Esto es el doble que en 2008 y el cuádruple que en 2007. ¿Qué podemos esperar de una emisión tan fuerte de deuda pública? Pues una subida de los tipos de interés que, en términos reales, han subido mucho en los últimos dos años. Recuerden que el año 2009 se ha cerrado con una inflación del 0,8% y un tipo de interés nominal de la deuda pública a diez años del 3,9%.

Es decir, hacemos una sencilla resta y ya sabemos cuál es el tipo de interés real -que es en el que nos tenemos que fijar-, y que nos dice lo que nos cuesta la deuda pública: el 3,1%. ¿Y qué es lo relevante de este dato? Pues que ha crecido alarmantemente. Hace un año era del 2,5%, hace dos años era del 0%, y hace tres del 1,4%, igual que hace seis años, que es lo que lleva casi ya el usufructuario actual de La Moncloa. Es decir, el tipo de interés real que nos cuesta la deuda pública ha pasado del 1,4% al 3,1% en los últimos seis años, lo que supone un incremento del precio de la carga financiera del 250%, y subiendo, que diría el castizo. El problema es que ese tipo de interés real de la deuda pública a largo plazo es el relevante para las decisiones de inversión de los empresarios, porque es el que sirve de base para fijar los precios que ellos pagan por su financiación y que siempre serán, como es lógico, peores que los del Estado.

Así, cuanto mayor sea este tipo de interés, la inversión empresarial será menor y lo que necesitamos para la crisis es, entre otras cosas, que los empresarios inviertan. No pidan por ello, sin embargo, la vuelta a la política de dinero fácil del Banco Central Europeo. Recuerden el dato que les he dado: en diciembre de 2007 el tipo que comentamos era cero o ligeramente negativo, lo que generó la crisis actual por sobreinversión. Lo que necesitamos son cuentas públicas saneadas y bancos centrales que no jueguen con la cantidad de dinero en circulación.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

viernes, 15 de enero de 2010

Ecología de Mercado

Hoy es viernes y nos toca hablar de libros. El ecologismo lleva de moda muchos años, pero periódicamente ataca con nuevas fuerzas, y ahora lo hace con el tema del calentamiento global del planeta que, tras la última ola de frío, ya les anuncio yo que llegará para el 21 de marzo más o menos. El texto que les recomiendo se titula Ecología de Mercado, de los profesores Anderson y Leal. Algunos dirán que qué tiene que ver la ecología con el mercado o con la economía. Con esta última, muchísimo, comenzando por el griego Oikos, que hace que las dos disciplinas comiencen con la misma raíz. Con el mercado, también.

El libro de los profesores Anderson y Leal demuestra que muchos de los problemas medioambientales que padecemos provienen de la intervención pública que, entre otras cosas, define mal los derechos de propiedad del entorno natural, y establece incentivos en defensa del mismo, que terminan por ser perversos. Una buena definición de dichos derechos evitaría la devastación de los bienes naturales, y la acción de los mecanismos de mercado aseguraría un sistema de incentivos tendentes a su conservación. Es, además, un texto optimista con el crecimiento económico, a diferencia de las posturas ecoprogresistas, que afirma que dicho crecimiento no es incompatible con la preservación del medio ambiente.

Fíjense ustedes que los medios naturales más devastados por el hombre en Europa se hallan, y no debe ser casualidad, al otro lado del antiguo telón de acero. La mitad de Alemania que caía bajo el control soviético presenta en la actualidad un deterioro natural mucho mayor que la parte que se integraba en el mundo libre. No será tampoco casualidad. En general, los progresistas son eso, poco amigos del progreso, como los comunistas lo eran poco del bien común. Así que, ya saben, si quieren sacudirse prejuicios ideológicos teñidos de verde, lean el libro de Anderson y Leal: Ecología de Mercado.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

jueves, 14 de enero de 2010

Cuidado con el totalitarismo del acreedor único

Más de 46.000 millones de dólares ganó la Reserva Federal -el banco central de los Estados Unidos- en el ejercicio 2009. A algunos esto les parece paradójico estando el sector financiero como está, pero era, sin embargo, de esperar. Vamos a ver por qué.

Ya les he contado en otros artículos que, para pasar el trago de la crisis financiera que se desató en el tercer trimestre de 2008, los bancos centrales acudieron a la política de aumentar la liquidez en los mercados, esperando que los bancos privados la hicieran llegar a las empresas. En el caso concreto de la Reserva Federal, la FED, esto se ha manifestado en un incremento casi por tres del tamaño de su balance, o lo que es lo mismo, en el importe de la liquidez puesta a disposición del mercado.

Sin embargo, como muchas veces comentó sorprendido el presidente de la FED, el señor Bernanke, los bancos privados tomaban los fondos y los aplicaban, bien a rescindir sus deudas, o bien a depositarlos en la propia FED. ¿Y por qué actuaban así? Pues porque no querían correr los riesgos de insolvencia propios de su actividad y que en esos momentos aparecían como muy elevados. Consecuencia: la Reserva Federal comenzó a prestar directamente al sector privado. Los tipos cayeron, pero el volumen de crédito de dicha reserva al sector privado aumentó estratosféricamente.

He denunciado que, por este sistema, los bancos centrales iban a convertirse en los únicos financiadores de la economía con los consiguientes peligros, no sólo para la economía, sino para la libertad en general. Con estos hechos, no son sorprendentes los beneficios cosechados por la FED: aunque el tipo de interés haya caído, los ingresos han subido mucho como consecuencia del incremento del volumen prestado. Ahora esperemos a que el Banco Central Europeo publique sus resultados. Ya verán como son magníficos también. Esto ayudará a enjuagar los déficit públicos de los Estados.

Ya ven, ahora los Estados no se financian con impuestos, sino con intereses, pero esto es muy, muy peligroso porque, al margen de los problemas derivados de la manipulación del tipo de interés por debajo del de mercado, siempre es peligroso el monopolio, y especialmente el crediticio. El totalitarismo también se alcanza a través del acreedor único.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

miércoles, 13 de enero de 2010

¿Qué hacemos con los políticos?

Si tienen la oportunidad, escuchen la excelente entrevista que realizó ayer por la tarde en Gestiona Radio, Alejandro Ávila a Ángel Laborda, de la Fundación de Cajas de Ahorros. Todo lo que dijo el señor Laborda fue muy interesante, así como las reflexiones al paso que le hizo el señor Ávila. Pero me quedo con la afirmación del entrevistado de que nuestra suerte no depende de los políticos, y que debemos sobreponernos a esa ideología dominante que nos hace estar pendiente de lo que hace el Gobierno, sin pensar que nuestra suerte económica depende en mucho de nosotros.

Totalmente de acuerdo, pero también de acuerdo con la pregunta que le formuló el señor Ávila: ¿Qué hacemos con los políticos entonces, porque nos cuestan un dinero? El problema se encuentra en que los políticos han difundido la idea de que nuestro bienestar -y no sólo el económico- depende de sus actuaciones, que pueden alcanzarnos el paraíso en la Tierra, por lo que, cuando las cosas no van bien, todo el mundo les exige responsabilidades. Es posible que no sean los responsables de nuestra situación, y les aseguro que tampoco tienen la capacidad para solucionar los problemas de que presumen. Sin embargo, lo que sí tienen es la capacidad de hundir una economía nacional. Así, la elección equivocada de la clase política de una nación puede llevarla a la ruina más absoluta.

Para ejemplo, miren ustedes estos días las noticias que nos vienen de Venezuela y Argentina. Venezuela, que en los años 60 fue un destino de la emigración española, el otro día devaluó el peso en un 50% hasta fijarlo en un cambio igual a 4,3 pesos el dólar. Esto supone que el peso se ha devaluado en torno a un 63% durante los 11 años que lleva gobernando Chaves, y, desde 1961, un 99,999%. Es decir, un venezolano necesita mil veces más pesos ahora para comprar un dólar de los que necesitaba en 1961.

¿Qué decirles de Argentina? La que fuera la cuarta potencia económica mundial en los años treinta, tiene actualmente un lío judicial en dos frentes: primero, en Buenos Aires, donde un tribunal ha repuesto en su cargo al destituido presidente de su banco central tras la destitución dictada por la señora Kirchner y, segundo, en Nueva York, donde un juez ha embargado fondos del gobierno argentino para hacer frente a bonos emitidos por éste. Ni la mejor clase política nos hará prosperar, pero una mala seguro que nos arruina. Bastan los ejemplos. Por cierto, ¿saben que el HSBC ha dicho que la calificación de la deuda pública española debiera rebajarse tres niveles?

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 12 de enero de 2010

El problema del mercado laboral

¿A cuánto asciende el paro real en España? No estoy acusando con esto al Gobierno actual de falsear las cifras, aunque las cifras son falsas, porque todos los gobiernos han tendido a retocarlas con ingeniosas definiciones sobre la condición de parado. De las más ingeniosas, la que excluye de la condición a cualquiera que haga un curso en el INEM. Ya les avisé en su momento que llegará el día en que no se considerará parado al que no tenga la titulación mínima exigible, a juicio del Gobierno, para incorporarse al mercado de trabajo, aun cuando esté desempleado.

Esta titulación irá subiéndose, de tal modo que lo que habrá serán aspirantes a parado. La definición de parado es sencilla: cualquiera que ande buscando un empleo, incluso aunque rechace ofertas porque, por los motivos que sea, no le agradan. El rechazo afecta, en todo caso, a otra discusión: la referente a la cobertura social del desempleado.

Pero es que en España no computamos como parados a un grupo excelente de trabajadores muy experimentados que hemos obligado a jubilarse contra su voluntad, como modo de crear empleo para los más jóvenes que, aún así, soportan un 40%. Este grupo, aunque se compute entre los jubilados, no debería sumarse sino entre los parados hasta el momento en que normalmente habrían decidido retirarse. En cualquier caso, no deja de ser un grupo que se mantiene con cargo a los fondos públicos y a los impuestos que va pagando el menguante número de activos que no cobran de las administraciones.

Más maquillajes los tienen ustedes con la explosión de empleo público en las comunidades autónomas y en las administraciones locales, hasta el punto que éstas últimas han comenzado a practicar expedientes de regulación de empleo con la actual crisis. Más maquillajes los tienen ustedes en la educación entendida como forma de remansar a los jóvenes que luego, sin embargo, no encuentran trabajos acordes con su capacitación, con la consiguiente frustración. Porque otra cosa que no ha entendido ningún Gobierno es que la formación no crea empleo, sino que el empleo demanda formación.

El problema del mercado laboral no se ha afrontado en España de manera decidida por ningún Gobierno. Los gobiernos más incapaces no lo han hecho por la imposibilidad de sobreponerse a su ideología. Los más capaces, por incapacidad de sobreponerse a la ideología de su oposición y la de los sindicatos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 11 de enero de 2010

Y el Gobierno dando lecciones... de Economía

Últimamente parece que a la prensa económica inglesa no le gusta mucho nuestro Gobierno ni nuestra situación económica. Comenzó The Economist, primero, con el precio de la vivienda y, posteriormente, con la imposibilidad de que demos consejos o lecciones de nada estando como estamos, aunque ejerzamos como nación la presidencia de turno de la Unión Europea. Financial Times, más duro aún, comenzó llamando “torpe” al usufructuario de la Moncloa el día de Reyes, y acabó este fin de semana señalando nuestras elevadísimas cifras de paro juvenil (el 44%).

Pero, entre medias, el pasado viernes publicaba con asombro en su portada, como noticia más destacada, las declaraciones del usufructuario a favor de un sistema sancionador que obligue a los 27 Estados miembros de la Unión, y muy especialmente a los 16 que comparten como moneda única el euro, a cumplir con los pactos de estabilidad y crecimiento. Y lo publicaba con asombro, porque si bien es verdad que el incumplimiento de los pactos no ha generado hasta la fecha sanción alguna a ningún Estado, no parece que el Gobierno español sea el más interesado para comenzar a pedirlo.

Me van a perdonar la expresión, pero esta petición es poco más o menos que pegarse un tiro en la entrepierna, aun cuando hay que reconocer que algo así es necesario para evitar situaciones como la que se está dando en Grecia, donde el déficit público hace temer por la capacidad de su Estado de hacer frente al pago de su deuda en las condiciones pactadas, y algunos ya comienzan a hablar también de España en el mismo sentido.

Los bonos emitidos por un gobierno en la divisa de su banco central se han considerado tradicionalmente como los activos libres de riesgo de una economía nacional; sin embargo, la unión monetaria europea nos enfrenta al problema de dieciséis emisores de deuda pública con un único banco central, por lo que, para que algunos paguen sus excesos, hay que crear inflación en todos. O echar a algunos, cosa que, como no lo contempla el mecanismo, tal vez lo solucionen yéndose aquellos a los que no les gusta estar con malas compañías. Así, que antes de que nada de esto ocurra, al menos Mister Bean no debería dar lecciones mientras no haga sus deberes, ni convertirse en el inquisidor general de la ortodoxia económica.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

viernes, 8 de enero de 2010

¿Poder o ley económica?

Es viernes, el primero de que disfrutamos en este blog en las tres semanas que ocupan en España las fiestas en las que celebramos el nacimiento del Hijo de Dios. Ayer me dijeron algunos de ustedes que cargué un poco las tintas contra la institución del Gobierno. Querría aclararles que no soy un libertario o un anarcocapitalista, como los que abundan en el Mises Institute de Auburn, Alabama, cuya página en internet aprovecho para recomendarles. La existencia de un Gobierno es necesaria para el desarrollo de la vida humana en general y de la actividad económica en particular.

Es por eso por lo que hoy les voy a recomendar un librito, apenas ciento treinta páginas en la edición que manejo, del maestro de nuestro ya citado Mises. El maestro, y autor del libro que recomiendo, es Böhm-Bawerk, y el libro se llama ¿Poder o ley económica?, cuya primera edición es de 1914. Como ven, me gustan los libros antiguos. El profesor Böhm-Bawerk, además de un gran maestro con insignes alumnos como el ya citado Schumpeter, fue tres veces ministro de Hacienda del Imperio Austro-Húngaro -ya saben, el de Sissi emperatriz-, y su pensamiento destila todo el refinamiento de aquella corte. La tesis que mantiene en su libro es que la vida económica está sujeta a unas leyes contra las que la acción del hombre no puede ir sin graves consecuencias para su existencia. Algo así como la imposiblidad de que los ingenieros, por ejemplo, desprecien las leyes de la física en general, y la de la gravedad en particular, si pretenden que sus puentes y elevaciones se mantengan en pie. Y éste es el gran error que achaca a los gobernantes e ideólogos de su época, y a los que les han seguido: creer que ellos pueden planificar la vida económica de acuerdo con sus sueños, al margen de la realidad de las leyes que la informan.

Ésta es la explicación de por qué, por ejemplo, la legislación económica es cada vez más abtrusa: los fracasos que se cosechan en política económica por desconocer dichas leyes se pretenden solucionar con nuevas normas gubernamentales que siguen olvidándolas. Algo así como pretender sostener un puente que se cae porque no respeta la ley de la gravedad, con una estructura superpuesta que tampoco la respeta. Ya saben, pues: a la librería a por ¿Poder o ley económica?, de Böhm-Bawerk.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

jueves, 7 de enero de 2010

Devolver el protagonismo económico a los individuos

Está claro que es compatible atacar al Gobierno con la bondad. La mejor prueba son mis zapatos ayer, tras el paso de Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente: nunca había recibido yo tantos regalos a pesar de mis fuertes ataques a la institución del gobierno, en general, y a nuestro actual Gobierno, en particular. Está claro que los Reyes Magos no han considerado como falta mía dichos ataques. Pero no soy el único que se mete con nuestro Gobierno, y ayer mismo, como regalo de reyes, Financial Times se despachaba con un artículo cuyo titular ya es un buen trozo de carbón para el usufructuario de La Moncloa: “Una España torpe guiará Europa”.

Me duele el titular, porque lo que es torpe no es España sino el que la guía, que ahora, para colmo, pretende también guiar Europa, pero claro: de los señores con los que nos hemos estado batiendo durante siglos en todos los mares del mundo, no podíamos esperar que tuvieran la misericordia de distinguir entre gobernantes y gobernados, tratándose de españoles todos. El periódico inglés incide en algo que los sufridos mártires del electorado español sabemos: que la economía, y por ende los verdaderos problemas que nos aquejan en nuestra vida diaria, le importan poco al usufructuario, que basa su agenda política siempre en problemas que se inventa para luego ni siquiera resolver.

Esta actitud, que llega al paroxismo en nuestro actual Gobierno, es, sin embargo, más corriente de lo que creemos en toda nuestra clase política (y aquí incluye a toda la que gobierna Occidente o la Cristiandad, como deseen llamar a nuestra civilización). Es muy corriente, porque la progresía no se atreve a reivindicar la planificación central en economía y el fin de la propiedad privada en alta voz, ni a decir que conocen la solución a los problemas económicos, después del fracaso de los países de Europa del Este. Sin embargo, eso no les impide querer alcanzar los mismos fines pero de manera menos cruenta: achacando todos los males de lo que nos pasa a la libertad y responsabilidad individual, y a la falta de medios de que disponen para entregarnos la tierra prometida.

La gran reforma económica, la reforma estructural que necesitamos, pasa por devolver el protagonismo de las decisiones económicas a los individuos, y quitarle dicho protagonismo a los Estados. Dentro de seis meses, Europa estará peor que ahora. Lo estaría aunque no la dirigiese nuestro español discutido y discutible, pero lo que sí es verdad es que no lo estaría tanto.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

martes, 5 de enero de 2010

Sociedades de garantía recíproca

Últimamente se habla mucho de las fusiones de cajas de ahorros y en concreto de ese modo de fusión, vamos a calificarlo de impropia, que es la constitución entre dos o más entidades de un sistema integral de protección, conocido por sus siglas SIP. Un SIP es el modo que han encontrado los políticos para fusionar las cajas de ahorros sin hacer desaparecer la personalidad jurídica de cada una de ellas como modo de evitarse el problema que más temen en una fusión clásica: la pérdida del control de la caja que les tocó en las últimas elecciones. No voy a entrar en la crítica de las fusiones como modo de solucionar problemas empresariales -como he hecho en ocasiones anteriores-, sino que voy a criticar el nuevo mecanismo: el SIP.

El SIP no es sino un acuerdo entre varias entidades financieras por el que se avalan mutuamente todas sus operaciones, de tal modo que todas las que se unen al sistema salen fiadoras de todas las operaciones de cada una de ellas. Algo así como si usted y su cuñado se avalan mutua y universalmente el uno al otro. A partir de aquí saquen ustedes las conclusiones que quieran, pero se equivocarán poco. Yo les voy a hablar de un invento parecido que para promocionar las PYMES ha funcionado, pero gracias al apoyo de las Comunidades Autónomas, lo que demuestra que sin dinero público no habría funcionado o, lo que es lo mismo, que es un invento antieconómico: las sociedades de garantía recíproca.

Se trata de sociedades en las que los socios tienen derecho a solicitar para sus operaciones de financiación un aval de la sociedad, por lo que sólo tienen incentivo a asociarse a las mismas las compañías en peor situación. Es por esto que han funcionado en tanto una administración pública ha puesto dinero, o no se han dado casi avales. Ahora piensen en sus cuñados y piensen si están dispuestos a firmar un SIP con todos ellos, y si lo firman con algunos ¿cuál es el comportamiento que cabría esperar? Pues claramente hay que endeudarse antes de que lo haga él o, como dice el dicho castellano, tonto el último.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

lunes, 4 de enero de 2010

Restaurar la responsabilidad

Pues ya estamos en el 2010, año que las agencias gubernamentales y multilaterales dedicadas al estudio de la Economía, pronostican como de recuperación en general, pero no así para España. Tampoco hagan mucho caso, porque los pronosticadores en Economía, como dice nuestro Gobierno, se equivocan mucho, aunque tal vez habría que recordarle que menos que él.

Sin embargo, no quería hablarles de esto, sino del síntoma de esperanza que, para Occidente, puede ser la actitud del electorado de Islandia, esa pequeña y fría isla donde apenas viven 320.000 almas. Recordarán que este país sufrió hace apenas veinte meses una crisis de su sistema bancario sin parangón en el resto de Occidente, que llevó incluso al Estado islandés a la bancarrota. Pues bien, la semana pasada su parlamento aprobó por 33 votos contra 30 un paquete de ayudas para que la banca nacional pueda hacer frente a sus acreedores extranjeros, y contra este plan ha firmado una cuarta parte del electorado, que se niegan a hacer frente al error de sus banqueros privados, incluso si, como parece, han actuado como correas de transmisión del banco central islandés.

Esta contestación ha sido posible, tal vez, porque en un país pequeño la gente es capaz de comprender que la deuda pública la tiene que pagar ellos. En concreto, los islandeses asumen, si el plan va para adelante, 12.000 euros de deuda por individuo, por lo que los firmantes han dicho que deben ser los acreedores de los bancos -básicamente ingleses y holandeses- los que asuman el error en su decisión al seleccionar sus inversiones.

Espero que los abajofirmantes islandeses consigan revocar la decisión de su parlamento y que este ejemplo cunda en Occidente, porque así se restaurará la responsabilidad, cuya ruptura es el problema del sistema económico con el que nos hemos dotado. Si siempre va a haber un conjunto de contribuyentes para reponer las pérdidas que pueda experimentar un inversor, y un inversor somos ustedes y yo cuando contratamos, por ejemplo, un fondo de inversión, volveremos a repetir esta crisis en breve pero a lo grande. Los vikingos pueden estar actuando con frialdad, pero llevan razón: sus bancos y, tal vez su banco central, así como los acreedores de éstos, deben asumir sus errores y el infortunio. Este es el verdadero camino de la recuperación.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.