lunes, 11 de enero de 2010

Y el Gobierno dando lecciones... de Economía

Últimamente parece que a la prensa económica inglesa no le gusta mucho nuestro Gobierno ni nuestra situación económica. Comenzó The Economist, primero, con el precio de la vivienda y, posteriormente, con la imposibilidad de que demos consejos o lecciones de nada estando como estamos, aunque ejerzamos como nación la presidencia de turno de la Unión Europea. Financial Times, más duro aún, comenzó llamando “torpe” al usufructuario de la Moncloa el día de Reyes, y acabó este fin de semana señalando nuestras elevadísimas cifras de paro juvenil (el 44%).

Pero, entre medias, el pasado viernes publicaba con asombro en su portada, como noticia más destacada, las declaraciones del usufructuario a favor de un sistema sancionador que obligue a los 27 Estados miembros de la Unión, y muy especialmente a los 16 que comparten como moneda única el euro, a cumplir con los pactos de estabilidad y crecimiento. Y lo publicaba con asombro, porque si bien es verdad que el incumplimiento de los pactos no ha generado hasta la fecha sanción alguna a ningún Estado, no parece que el Gobierno español sea el más interesado para comenzar a pedirlo.

Me van a perdonar la expresión, pero esta petición es poco más o menos que pegarse un tiro en la entrepierna, aun cuando hay que reconocer que algo así es necesario para evitar situaciones como la que se está dando en Grecia, donde el déficit público hace temer por la capacidad de su Estado de hacer frente al pago de su deuda en las condiciones pactadas, y algunos ya comienzan a hablar también de España en el mismo sentido.

Los bonos emitidos por un gobierno en la divisa de su banco central se han considerado tradicionalmente como los activos libres de riesgo de una economía nacional; sin embargo, la unión monetaria europea nos enfrenta al problema de dieciséis emisores de deuda pública con un único banco central, por lo que, para que algunos paguen sus excesos, hay que crear inflación en todos. O echar a algunos, cosa que, como no lo contempla el mecanismo, tal vez lo solucionen yéndose aquellos a los que no les gusta estar con malas compañías. Así, que antes de que nada de esto ocurra, al menos Mister Bean no debería dar lecciones mientras no haga sus deberes, ni convertirse en el inquisidor general de la ortodoxia económica.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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