jueves, 21 de enero de 2010

El fallo es la regulación

Deberíamos recuperar aquella sección del profesor Rodríguez Braun en la que se comentaba la tontería económica de la semana, pero creo que no daríamos abasto sólo atendiendo lo que dicen los dirigentes de los sindicatos mayoritarios. La última es del señor Méndez cuando solicita una subida de los salarios del 2% con tasas de inflación menores del 1%, y cuando el año pasado el coste salarial tuvo una subida de alrededor del 5%, con una tasa de paro cercana al 18%, y subiendo, de acuerdo con los últimos datos del INE.

Claro que la culpa no es sólo de los sindicatos, sino también de la patronal cuando acepta el sistema de negociación colectiva, por el que unas organizaciones de escasa representatividad en los dos ámbitos, el de la patronal y el de los trabajadores, negocian las condiciones laborales de amplios sectores de la población. La negociación colectiva es uno de los errores de diseño de nuestra Constitución que, en lo económico, quiere defender la libertad de mercado y la planificación central de la economía, que son objetivos incompatibles. Es más, la planificación central de la economía es incompatible con las libertades públicas en general.

Los gobiernos, mediante la subvención de las organizaciones empresariales y sindicales, a las que atribuyen la representación de unos intereses individuales que no se les han conferido, se aseguran no la paz social, como se afirma, sino el dirigismo social. En la actual crisis se ha echado mucho la culpa a la falta de regulación del mercado, cuando los sectores que más han fallado son, precisamente, los más regulados. El mercado de trabajo, que en España lleva fallando estrepitosamente desde hace más de treinta años, no se ha escapado a esa regla, sino todo lo contrario, porque está muy regulado.

Cualquier profesional sabe que lo que le defiende no es la regulación, sino la abundancia de oportunidades, y en España no hay muchas, especialmente para los más jóvenes que soportan un paro del 44%. La emigración ha sido la válvula de escape para un mercado superregulado en la época de crecimiento, donde el paro apenas bajó del 10% y, sin embargo, hubo necesidad de importar mano de obra. Ahora que pintan bastos saltan las costuras de la pretendida paz que nos procuraban los agentes sociales.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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