jueves, 25 de febrero de 2010

La deuda subordinada de la banca española

Algunos de ustedes sólo buscan mi perdición, como cuando me preguntan a cuánto cotiza el sindicalista, dado que los diez mil hijos de Méndez que se manifestaron antes de ayer tiene más peso que un millón de antiabortistas en el ánimo del Gobierno. Pues más o menos como el dólar y el yen: casi 1 a 100. Sin embargo, no les voy a hablar de ello ni de las declaraciones del profesor Rogoff de la Universidad de Harvard, que anuncia la suspensión de pagos de varios estados en los próximos años.

Les voy a hablar de la rebaja de la calificación crediticia de la deuda subordinada de la banca española por parte de Moody´s. La deuda subordinada, para aquellos que lo desconozcan, es un pasivo de las entidades financieras no protegido por el Fondo de Garantía de Depósitos, que en los años de tipos de interés muy bajo las instituciones colocaron entre algunos de sus clientes por los mejores tipos que ofrecían y como un modo de reforzar su solvencia, el de las entidades, pues la deuda subordinada es el último de los acreedores de una entidad en cobrar si hay problemas.

La rebaja que ahora hace Moody´s generará, como no puede ser de otro modo, que el precio de esta deuda caiga en los mercados o, lo que es lo mismo, que los clientes que la suscribieron no recuperen su inversión si necesitan el dinero antes de tiempo. Pero también generará unas oportunidades muy interesantes para las entidades emisoras que, algunas, ya están aprovechando recomprando en los mercados la deuda que emitieron en su momento por debajo del precio al que la emitieron. Algunos me dirán que esto es una vergüenza, que las entidades han engañado a los tenedores o que es una inmoralidad. Dejando de lado que algunos de estos tenedores son inversores profesionales o que los precios los fija el mercado y que las entidades tienen menos capacidad de lo que solemos creer a la hora de fijarlos, lo relevante es que estos movimientos no han sido sino fruto de las políticas monetarias erráticas de las autoridades monetarias. Autoridades que, además, con la teoría de salvar al débil sólo han ayudado al fuerte porque, no lo duden, la competencia nos protege de los poderosos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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