martes, 2 de febrero de 2010

Los políticos y las cajas de ahorros

Pues como ayer hablé bien de este Gobierno, hoy, para equilibrar, lo voy a hacer mal de la oposición. La cuarta entidad financiera de España, una caja de ahorros con sede en la capital de la Nación, nos ha estado dando durante el último año un lamentable espectáculo de intromisión de los políticos en su gestión. Esto es más criticable en el partido que lo ha hecho por dos motivos: uno, porque se ha puesto a la altura del que nos gobierna, y esa altura es francamente baja. Dos, porque uno espera algo de coherencia del menos intervencionista de los dos partidos mayoritarios. Sin embargo, en esto del intervencionismo de las cajas estamos rodeados.

Ahora, vayan ustedes viendo los nombramientos de vicepresidentes que se han sucedido en la susodicha caja: uno por partido, y ha habido para todos. Suerte que en Madrid sólo tenemos tres partidos con representación. Así que no sé si esperar a que esto cambie y aparezcan nuevos partidos por ver si cambian las cosas, o mejor quedarnos así, no vaya a ser que se repartan más vicepresidencias. A lo mejor, hasta debería promover yo un partido para colocarme. No sé. Estoy hecho un mar de dudas. La verdad es que esto no es nuevo, pero no deja de escandalizarme que se mantenga la situación, y que el cambio de presidente no sirva para nada. Y me escandaliza el comportamiento de la oposición, porque tras esto se queda sin argumentos frente al Gobierno, y los votantes casi sin alternativas.

La verdad es que nuestro modelo económico, tan necesitado de cambio según los expertos y los políticos también, es difícil que lo haga con esta clase política que se asemeja mucho más a un grupo de corsarios, con su correspondiente patente, que a un regimiento de regulares sujetos a las leyes de la guerra. Al final, ya saben ustedes cómo acaban estas pandillas de hombres armados sin respeto al derecho ni a las buenas costumbres: terminan entrando en su casa y arramblando con todo lo que encuentran. Les parece que exagero: miren ustedes a algunos sitios de Sudamérica y comprenderán de qué hablo.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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