miércoles, 9 de diciembre de 2009

La segunda oportunidad ya ha pasado

Ha hablado el sr. Trichet, presidente del Banco Central Europeo, para alabar el papel de los banqueros centrales y los gobiernos europeos, asegurando que han evitado una gran depresión gracias a la agilidad y arrojo de dichas autoridades. Lo que no ha añadido, y esto lo digo yo, es que fueron los banqueros centrales los que previamente nos pusieron, como solemos decir en castellano, a los pies de los caballos.

El sr. Trichet advierte a los bancos de que no habrá una segunda oportunidad porque los ciudadanos no comprenderían una nueva ayuda pública para sanear su situación económica. Y en esto estoy de acuerdo con el sr. Trichet, pero no porque no crea que las autoridades van a dejar de ayudar a los bancos en dificultades, especialmente cuanto más grande sean, sino porque la segunda oportunidad ya ha sido, y la tercera, y la cuarta… la próxima vez que les ayuden no podrá ser la segunda, por tanto. Lo que ha caracterizado a la última oportunidad en forma de ayuda que se le ha dado a los banqueros es que es la más grande de las que ha habido hasta la fecha, pero les aseguro que no será mayor que las que le sigan.

Los bancos centrales deciden en cada momento, y me da lo mismo que los argumentos sean técnicos o políticos, la base monetaria, el dinero en circulación que hay en una economía. Los bancos privados no son más que correas de transmisión o, si lo prefieren, franquicias del producto que fabrica el banco central correspondiente. Con independencia de comportamientos inmorales -que a veces los hay entre los banqueros y que se solucionan normalmente con el Código Penal-, el banquero privado intenta vender todo el producto que le suministra el banquero central. Si le suministra mucho, vende mucho. Ahora, si de repente el banquero central le pide que devuelva lo que le prestó porque no le gusta cómo se están poniendo las cosas, el banquero privado no puede exigir a sus prestatarios que le devuelvan lo que le deben. Lo demás, ya lo saben.

Por tanto, le guste o no al sr. Trichet, mientras los banqueros centrales sigan decidiendo la base monetaria de la economía, va a ser difícil que se sustraigan a su responsabilidad de ayudar a los bancos privados, salvo que den un paso más y los nacionalicen. Todo lo demás es una falta de honestidad intelectual tan propia de nuestro tiempo, porque todo esto, les aseguro, también lo sabe el sr. Trichet.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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