martes, 22 de diciembre de 2009

El calentamiento global de estos días

Ayer a las cinco y media de la mañana, mientras esperaba el taxi que nunca pudo llevarme al aeropuerto de Barajas, me reconfortaba yo pensando que, al fin y al cabo, el calentamiento global del planeta está próximo y muy probablemente para marzo ya no acontezcan episodios meteorológicos tan desagradables. Es cierto que la pandilla de Copenague está estos días empeñada en evitar el calentamiento global, pero de verdad les digo que me parece que hay empeños más interesantes.

Pero vamos al tema. Ayer escuché muchas críticas a las autoridades pero por una vez, y sin que sirva de precedente, no me parecieron justas. Además, en muchos casos me parecieron incluso peligrosas para nuestra autoestima nacional. La crítica básica era que España no está preparada para una ola de frío como la de ayer, que nuestras autoridades demostraron falta de medios y de diligencia, y que esto no era de recibo en una potencia económica, sino más bien en un país tercermundista. Pues miren, no estoy de acuerdo, y se lo digo yo que fui uno de los grandes afectados ayer: no pude acudir a la firma de dos contratos, y a ver cómo recupero el importe de los billetes de avión.

Ayer, las pérdidas económicas fueron cuantiosas. No se podrían haber evitado todas aunque sí reducido, pero eso sí, incurriendo en una serie de inversiones y gastos que dudo mucho que hubieran compensado, porque no se nos olvide, sucesos como el de ayer ocurren en Madrid, por ejemplo, una o dos veces al año. No podemos exigir al Estado que, para dos días de nieve fuerte, mantenga una estructura ni incurra en unos gastos que superarían en mucho a las pérdidas que ayudarían a evitar. Algunas de las cuales, por cierto, estaban cubiertas por esa magnífica institución privada que es el contrato de seguro. Si no queremos que el Estado, no sólo nos deje helados a impuestos, sino que siga inmiscuyéndose en nuestras vidas, no debemos ni responsabilizarle de todo ni exigirle que nos lo solucione todo.

Algunos me dirán que en Alemania no pasa esto cuando nieva. Es posible, pero es que también es posible que el número de días de nieve justifique la inversión y el gasto que, por otro lado, podría ser siempre confiado a empresas privadas ligadas a las aseguradoras como modo de reducir sus pérdidas en estas ocasiones. Y mantengan la autoestima nacional alta: nosotros llevamos mal la nieve ¿pero han visto ustedes el lamentable espectáculo de los nórdicos en la playa? Pues eso.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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