martes, 29 de diciembre de 2009

Que lo paguen nuestros herederos

Ayer publicó el Ministerio de Economía los datos de la ejecución del presupuesto público. Ayer mismo todos los medios publicaban en internet, y hoy mismo en sus formas escritas, distintas notas basadas básicamente en el propio comunicado del Ministerio, por lo que no les voy a aburrir con las típicas disgresiones sobre caída de los ingresos y aumento de los gastos que explican que el déficit de caja se ha multiplicado por cinco en sólo un año. Les he dicho muchas veces que lo que no es concreto no es verdad, por lo que voy a intentar ser muy, muy concreto.

Todos ustedes entienden muy bien lo que afecta a su bolsillo. La deuda pública es una deuda que debemos todos los españoles, por lo que su incremento es un incremento de lo que cada uno de nosotros debe y que algún día deberemos de pagar. Así, el incremento de la deuda pública que supone el déficit se resume en algo tan sencillo como lo siguiente: cada español debe ahora 360.000 pesetas más de las que debía hace un año, o dicho de otro modo, cada familia, suponiendo cuatro miembros, debe casi millón y medio de pesetas más que hace un año. Nada más. Piénselo ahora un rato. Su familia debe un millón y medio de pesetas más que hace un año.

Hace un año, un español debía por su participación en la deuda pública, más de un millón doscientas mil pesetas lo que, unido al crecimiento del último año, indica que ahora debe más de un millón seiscientas mil, o podemos concluir que para una familia media de cuatro miembros, la deuda asciende a casi seis millones y medio de pesetas. Repito: una familia media española deberá aportar en los próximos años casi seis millones y medio de pesetas -más sus intereses- para hacer frente al endeudamiento de las Administraciones públicas.

Ya sé que los amantes de la frase que más famoso ha hecho a Keynes, a largo plazo todos muertos, me recordarán que las familias tenemos muchos años para pagar esos seis millones y medio de pesetas, y sus intereses, en los que el Estado se ha endeudado en nuestro nombre. También podemos dejarlos sin pagar nosotros a favor de nuestros herederos, pero entonces que no hablen del deber moral de dejar a las generaciones futuras un mundo mejor. Todos deberíamos recordar a Burke cuando afirmaba que, en la democracia, no sólo deben votar los vivos sino también los muertos y, lo que es más importante, los no nacidos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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