lunes, 3 de mayo de 2010

Esto lo arreglamos entre todos, pero sin ellos

La mentalidad intervencionista en la que estamos inmersos nos paraliza. Todo lo esperamos del Estado y de las autoridades. Éstas nos han colocado la idea de que la situación económica depende de ellos. Así, cuando las cosas van bien es su mérito y cuando van mal, aunque intentan echarle la culpa a otros, nosotros les exigimos las responsabilidades. La intervención pública en Economía no genera nunca riqueza pero sí puede, sin embargo, generar pobreza. La riqueza sólo la podemos producir usted y yo, si el Gobierno nos deja. Y eso es lo que tenemos que exigir: que nos dejen ser los protagonistas de nuestra vida económica.

No pida subsidios ni ayudas, pida que le bajen los impuestos. No pida que le regulen hasta el paroxismo su actividad, sino libertad para contratar y tribunales que hagan cumplir los contratos. No permita que le repongan las pérdidas con dinero público al que por dolo o negligencia pierde dinero. Los sectores que más satisfacciones nos han dado a los consumidores, menos costes nos han supuesto a los contribuyentes, y menos responsabilidades les han exigido a las autoridades, son los menos intervenidos. La intervención, bajo la excusa de ayudar, concentra el poder político económico en unas pocas manos que se retroalimentan: las de los grandes beneficiarios de las ayudas públicas y las de los que otorgan dichas ayudas que todos pagamos. El mercado intervenido sólo es bueno para el que está cerca del poder y puede hacer partícipe a éste de sus problemas. El mercado libre es bueno para todos y, especialmente, para el más débil frente a lo que nos suelen decir, porque no hay hombre que no sea el mejor para algo.

Es verdad, como dice la campaña gubernamental, que esto lo arreglamos entre todos pero -y esto no lo dicen- sin ellos: el tipo de político que nos viene gobernando en las últimas décadas. Su suerte depende de usted más que de ningún otro, pero para eso exija que le dejen hacer y no espere nada de nadie. Todo lo demás, es lo que ha contribuido a que usted tenga la sensación de que la Economía es materia discutible, a diferencia, por ejemplo, de la Medicina. Y no es así.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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