martes, 11 de mayo de 2010

Hay que reducir los Estados

Ya ven ustedes que estos gobiernos que trabajan para la clase obrera y persiguen a los especuladores, trabajan hasta los fines de semana para satisfacer a los segundos pero no para satisfacer a los primeros. Debe ser para que las horas que no consumen en favor de los desempleados, les genere empleos a estos, mientras que las que aplican a la resolución de los problemas financieros, reduzcan el número de operadores en los mercados. En el post de ayer les dije que la creación del fondo anti-crisis no es solución. Lo veremos en las próximas semanas.

También les dije, que la solución es, simplemente, la reducción del déficit, no el aval de la deuda, y hete aquí que ya le están solicitando al usufructuario de la Moncloa que vaya reduciendo el primero aún más que el moderado 1,5% en dos años que ha anunciado su vicepresidenta de la cosa económica. Pero es que la reducción del déficit no es bajar el déficit un poco durante un par de años, ni siquiera bajar el déficit fuertemente un quinquenio. La reducción del déficit que necesita Europa y Estados Unidos es comprender que los estados son muy grandes y que su finalidad no puede ser asegurar todo o producir de todo.

La reducción del déficit debe ser una reducción del Estado y la finalización de las políticas de control político de la economía. Lo contrario nos conduce, por otra vía distinta a la que utilizaron comunistas y nacional-socialistas, al totalitarismo que, al margen de todas las consideraciones éticas y morales que quieran añadir, es muy ineficiente en materia de creación de riqueza. En el fondo no es otra cosa lo que proponen varios gurús de la economía mundial, como Rubini por ejemplo, cuando dicen que hay que bajar precios y salarios. La reducción del sector público y de su demanda generará una reducción de los salarios y de los precios. Todo lo demás es esta inflación, no de los precios en general o de la vivienda u otros activos en particular, sino de las cifras de los planes de rescate que hace ya tiempo que no se sabe si son grandes o pequeños porque, en cualquier caso, no es que sean insuficientes, es que son ineficientes.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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