miércoles, 31 de marzo de 2010

La remuneración de las participaciones preferentes

Creo que alguna vez les he hablado de las participaciones preferentes, y no precisamente bien. No porque la figura me parezca mal: al fin y al cabo las partes pueden contratar lo que deseen siempre que no vaya contra la ley o las buenas costumbres. Lo que me ha parecido mal es el modo de comercializarlas. Muchas entidades las colocaron entre sus clientes sugiriendo que eran prácticamente imposiciones a plazo fijo pero con un interés bastante más alto. Lo del interés era cierto porque el suscriptor de las mismas corría mucho riesgo. Al menos, tres: un mayor riesgo de insolvencia pues no están garantizadas por el fondo de garantía de depósitos mientras que las imposiciones sí; de liquidez, como han podido ver aquellos clientes que han necesitado recuperar anticipadamente su dinero y han vendido las participaciones con importantes pérdidas sobre su nominal y, por último, el riesgo que nos interesa ahora.

Las participaciones preferentes de acuerdo con sus condiciones contractuales y legales sólo pagan intereses en el caso de que el emisor tenga beneficios, de tal modo que ahora mismo habría muchas entidades que podrían plantearse que no deberían pagar estos intereses, con el consiguiente escándalo que eso podría llegar a suponer. Escándalo que nace no de la realidad legal y contractual que son las participaciones preferentes, sino del modo en que se comercializaron porque, probablemente, muchos clientes desconocen la misma aunque firmaran los contratos correspondientes. Y hete aquí que nuestro supervisor bancario ha decidido, para favorecer una fusión de cajas, por supuesto, permitir a una de ellas el pago de los intereses de sus participaciones preferentes a pesar de estar en pérdidas, con el argumento de que lo contrario habría generado incertidumbres entre los clientes y depositantes de la misma.

No sé muy bien qué pensar salvo que ahora, las agencias de calificación extranjeras deberían, en consecuencia, rebajar la calificación de todas las entidades españolas que han emitido preferentes pues, en cierto modo, han dejado de serlo y la finalidad de las mismas era aumentar la solvencia de los emisores.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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