martes, 16 de marzo de 2010

El Tribunal Supremo y el aceite de oliva

Ahora que le van a subir el IVA, es posible que en los próximos meses le suba el aceite. Ese magnífico aceite de oliva que se produce en España y que tanto nos gusta, no sólo para cocinar sino para consumir crudo en una buena tostada por las mañanas. ¿Y por qué esperamos que suban los precios? Pues porque el Tribunal Supremo le ha dado la razón a una sociedad denominada CECASA, después de que la perdiera ante el Tribunal de Defensa de la Competencia, primero, y la Audiencia Nacional después, que mostraron mejor conocimiento sobre lo que son los intereses generales que lo que hace ahora el Supremo.

¿Y cuál era la pretensión de CECASA, una sociedad participada por las cooperativas de producción de aceite y las almazaras? Pues no otra que la creación de una sociedad que almacene y retire del mercado los excesos de producción de aceite de algunos años, los de abundante producción, con el fin de evitar las caídas de precios esperadas en tales años. La idea será recuperar la inversión en almacenes y los gastos de almacenamiento, sacando al mercado el producto retirado en los años de producción más baja y precios más altos. No cabe duda de que una actuación como la pretendida por CECASA, tal vez debería haber provocado la defensa de los consumidores por parte de los tribunales, en lugar de los de los productores. Al menos en una sociedad que siempre presume de defender al débil.

Sin embargo, tampoco tengo claro que los consumidores merezcan más defensa que los productores. Lo que más me irrita es el desconocimiento que todos, los tribunales y la propia CECASA, han mostrado sobre el funcionamiento de los mercados y la justicia. Los productores entran en una espiral de costes de almacenamiento que no saben dónde va a parar porque siempre les interesará no dejar caer los precios. Lo más posible es que acaben produciendo un aceite que no quieran vender jamás y acabemos con el aceite como con la producción láctea: produciendo para tirar, para sostener los precios. El gran perjudicado: el consumidor primero, y la caridad después. Porque me dirán ustedes qué sentido tiene producir para destruir antes que bajar los precios, con la necesidad que pasan algunos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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