jueves, 23 de septiembre de 2010

Los impuestos, impuestos son

Los impuestos no se llaman impuestos por casualidad. No se denominan contribuciones voluntarias, donaciones graciosas o liberalidades solidarias. Se llaman impuestos porque nos los imponen con el Boletín Oficial del Estado, el Código Penal, la Guardia Civil y la Dirección General de Prisiones si hace falta. No porque el Estado tenga que hacer uso de todo su aparato represor me parecen mal los impuestos. Al fin y al cabo, muchos de los servicios públicos que recibo, mejorables o no, los considero imprescindibles, como la defensa exterior, la seguridad interior y la justicia. De lo demás hablamos otro día.

Quien no parece tener claro el carácter coactivo de los impuestos es la ministra de economía, que ha afirmado: "Si preguntásemos a esas personas que tienen más capacidad, veremos que están dispuestas a hacer un esfuerzo adicional, estarían de acuerdo". Es decir, sin tanto circunloquio, que los ricos estarán encantados de que les suban los impuestos. La verdad es que creo que no debemos abandonar la vía que nos abre la ministra. En vez de planteárnoslo como una posibilidad, que lo convierta en un acto: pregunte a cada individuo si quiere pagar, contribuir más, y a los que le respondan afirmativamente cóbreles. A los demás, déjenos como estamos. O lleve su razonamiento más lejos: cobre impuestos sólo a los que quieran pagarlos. Reduciríamos mucho el gasto público porque no necesitaríamos inspectores de Hacienda, ni policías persiguiendo delitos fiscales, ni jueces juzgando a delincuentes fiscales…

Todos sabemos que no lo va a hacer porque, como dice el profesor francés Pascal Salin, la democracia occidental se ha convertido en un sistema por el que unos votan que se les cobre a otros. Si cree que debe subir los impuestos, súbalos. Lo que no es de recibo es la incertidumbre y la indefinición con la que manejan los términos -como, por ejemplo, la palabra rico o la expresión de capacidad económica alta- con los que pretenden ocultarnos que todos los que tenemos una nómina, deberemos contribuir más a las arcas públicas en un futuro muy próximo.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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