jueves, 19 de noviembre de 2009

La desfachatez del Banco de España

El intervencionismo de los políticos no tiene límites, y uno no sabe si llega a la osadía por desvergüenza o por ignorancia. Ahora, el vicepresidente de la Generalidad valenciana dice que las cajas de la región no admitirán presiones externas, y ha añadido, muy ufano: “vengan de donde vengan”. Y claro, dicho así, uno casi siente conmiseración y admiración por un hombre que no acepta las presiones externas y que se convierte en un defensor numantino de algo. Pero ¿qué es lo que defiende? ¿Y de dónde vienen las presiones? Empecemos por estas últimas.

Las supuestas presiones vienen del Banco de España; más bien, habría que decir que, más que presiones, son las intenciones del supervisor, que algo sabrá de banca o, al menos, muy probablemente, más que el señor Camps. Y las intenciones del Banco de España no parecen en principio aviesas: lo único que quiere es buscar una solución a los problemas de solvencia de algunas entidades valencianas, haciendo lo que podríamos denominar una fusión impropia con otras cajas a través de lo que se llama legalmente un Sistema Integral de Protección (SIP). Pero, claro, como el Banco es de España y no de Valencia, tiene la osada idea de que lo mejor es fusionar las cajas valencianas con otras de Madrid o Galicia -¡qué desfachatez la del Banco de España!- en lugar de con otras valencianas, como propone el señor Camps, imagino que para salvar la valencianidad de la entidad resultante.

No voy a entrar a discutir si la medida del Banco de España es la correcta o no, aunque ustedes me han oído decir que las fusiones no son la panacea y que las únicas que tienen sentido son las interregionales, como propone el supervisor ahora. Lo que sí voy a criticar son las declaraciones del señor Camps, faltas absolutamente de racionalidad económica y llenas de regionalismo como excusa para conservar el poder que una entidad financiera da al que la dirige, y ya saben ustedes que las cajas las dirigen los políticos, si no en beneficio propio sí, al menos, en beneficio del partido. No soy de los que defienden la conversión de las cajas de ahorros en bancos, pero sí de sacarlas del control político. Actitudes como las del señor Camps, que se dan en todos los partidos que controlan una caja regional, terminarán con las cajas de ahorros antes de que otros profesores de economía les convenzan de la necesidad de transformarlas en bancos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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