miércoles, 11 de noviembre de 2009

En defensa de Defensa

Como periódicamente me gusta defender algo políticamente muy incorrecto, ahora que el tema de los presupuestos generales del Estado, el gasto público, y otras cuestiones adyacentes están en boga en los mentideros públicos, quiero hablarles del gasto en Defensa e, incluso, sin ninguna vergüenza, defenderlo. El ecoprogresismo que nos aflige es pacifista y en los últimos quinquenios se ha esforzado por la reducción del gasto público en Defensa. Es cierto que desde la caída del bloque comunista y hasta el atentado del 11S, el relajo de este gasto tuvo un cierto sentido, pero en España se había reducido más acusadamente y ya venía de antes.

La reducción en defensa se trata como si todo el presupuesto del ministerio correspondiente se dedicara a la compra de armas, lo que no es cierto pero, en cualquier caso, tampoco podemos reducir las adquisiciones de armamento, porque el arma es la herramienta del soldado y no tiene sentido tener un grupo de profesionales sin las herramientas necesarias para ejercer su profesión. Por otro lado, el mal no está en las armas sino en el uso que se hace de ellas, y nuestro ejército está claro que hace un buen uso. Por último, la industria de defensa contribuye al desarrollo posterior de muchas aplicaciones civiles, como el microondas o los sistemas de estabilidad de vehículos, además de ser una gran generadora de empleo de mucha calidad porque suele exigir alta cualificación. Este último aspecto es muy relevante y se ha olvidado con mucha frecuencia en nuestro país, lo que nos ha generado no pocos conflictos con los sindicatos que, por un lado exigían el mantenimiento de los puestos de trabajo de la industria de Defensa y, por otro, se apuntaban a cualquier postura política pacifista.

Sin embargo, vamos a abandonar el tema de la industria de defensa y vamos a continuar con el gasto público en defensa. Cuando las posturas pacifistas se han impuesto, como así ha ocurrido, se ha reducido dicho gasto público en defensa, lo que ha reducido el gasto en armamento y medios, tal vez haya reducido también las posibilidades de remunerar adecuadamente a nuestros soldados, pero también, no se nos olvide, ha reducido la idoneidad de los medios de transporte en los que se les ha trasladado, y que tantos problemas nos han dado, o las medidas de seguridad de los vehículos en que se mueven. En cualquier caso, no olviden el viejo adagio latino Si vis pacem para bellum, que Hitler fue candidato al nobel de la Paz, o que cuando Alemania invadió Francia, el Partido Comunista francés pidió a los soldados franceses que desertaran y no lucharan contra un aliado de Stalin y, por ende, de los trabajadores.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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