lunes, 19 de octubre de 2009

Política fiscal y populismo

Volvemos a comenzar la semana. Espero que me hayan hecho caso y se estén leyendo el libro que les recomendé el viernes último: Camino de Servidumbre, de Federico Hayek.

Se habrán dado cuenta de que existe todo un abecedario acerca de la crisis económica que padecemos. Unos dicen que será una crisis en V, caída y rebote, y otros que en U, caída, espera y rebote. Entre estas dos opciones se sitúa la mayoría. Pero también se ha escuchado a los que hablan de la crisis en W, o a los muy pesimistas, que hablan de la crisis en L, de cuyo fondo no se sale.

La crisis en L se parece mucho a lo que le ha venido pasando a Japón desde finales de los 80 -ya va para veinte años- y lo que a priori parece que más se asemeja a lo que venimos padeciendo: una crisis generada por una expansión crediticia muy elevada, que termina produciendo una crisis inmobiliaria y de morosidad, de la que se pretende salir aplicando lo que fue el origen del problema: una nueva expansión crediticia. Probablemente así sería si la política monetaria dependiera de un banco central español, a la vista de las actitudes de nuestro actual gobierno. Sin embargo, el Banco Central Europeo parece que podría comenzar a endurecer la política monetaria en unos meses, lo que nos evitaría la L con que se escribe la crisis económica a la japonesa.

Nuestras autoridades, al no disponer de los mecanismos de política monetaria, parecen preferir sobrellevar la crisis a través de la política fiscal y el populismo, mucho populismo. Personalmente, creo que la crisis, más que japonesa, puede comenzar a ser argentina. La crisis argentina no se escribe con ninguno de los alfabetos conocidos en el mundo occidental -lo que antes se llamaba la Cristiandad-, por lo que la letra que explica la situación deben haberla buscado en otro alfabeto. Dado que argentina comienza por A, es probable que hayan escogido la primera letra del alfabeto árabe o alifato, la letra Alif, que es un trazo vertical que se puede alargar hacia abajo hasta que se acaba el papel.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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