viernes, 23 de octubre de 2009

Liberalismo

Pues por fin es viernes, así que, como ya les dije la semana pasada, aprovechen a acercarse a una librería y adquieran el libro que les voy a recomendar para seguir avanzando en su formación económica. Les aseguro que si han hecho con interés la lectura del que les recomendé la semana pasada -Camino de Servidumbre, de Federico Hayek-, ya saben más economía que alguna defensora de los presupuestos generales del Estado y su jefe juntos.

Pues bien, esta semana les quiero recomendar un libro sin complejos. Un libro con el que, si no forran la portada para tapar su título, epatarán en cualquier central sindical mayoritaria a la que se acerquen. El libro se llama Liberalismo. Sí, he dicho bien, Liberalismo. Y su autor es probablemente el único economista liberal francés que existe: Pascal Salin. No me hablen de Maurice Allais, el único economista francés premiado con el Nobel, porque no es realmente un liberal.

Las tres primeras partes del libro son un buen tratado sobre lo que es la economía y cómo funciona. La cuarta y quinta parte, muy interesantes, pueden ser precindibles si de aquí al viernes próximo no se lo han leído y quieren continuar con las lecturas que les recomiendo. No cabe duda de que Salin, el autor, es un peligroso individuo que afirma que hay principios universales, que el liberalismo es un humanismo, y que no hay una economía de derechas y otra de izquierdas, sino una economía científicamente correcta y otra plagada de fantasía, de conformismos y de vacuo voluntarismo.

Esta última afirmación es muy interesante porque es la que explica por qué los gobiernos que aplican recetas liberales suelen mejorar la situación económica general, mientras que los que aplican recetas socialdemócratas e intervencionistas, no. No es porque los primeros sean mejores gestores o más honrados. Es, simplemente, porque saben economía, mientras los segundos no. No hay médicos de izquierdas y médicos de derechas, sino médicos que saben Medicina, y el conocimiento no está precisamente en el lado del corazón. Y es que, como afirma Salin, el liberalismo es verdad porque se apoya en una visión realista del hombre y de las relaciones sociales.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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