jueves, 10 de octubre de 2013

El déficit estructural y la tarjeta Visa

Las propuestas encaminadas a equiparar nuestro huso horario al europeo occidental sin duda puede ser una medida interesante para eliminar un desajuste que nos hace vivir en un jet lag permanente, y que quizá sea una medida encaminada a medio plazo a racionalizar los horarios profesionales y ayudar a la conciliación familiar. Sea como fuere es una medida lógica intentando asemejar nuestro horario al solar, algo que perdimos allá por los años cuarenta. No obstante, las medidas encaminadas a racionalizar el cálculo del déficit público propuesto recientemente en el seno de la UE, y ya recogido en la Ley 2/2012, de 27 de abril, de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera, resulta algo más complejo de valorar.

El hecho de juzgar las políticas fiscales de los estados en función del denominado déficit estructural, definido como déficit ajustado al ciclo, neto de medidas excepcionales y temporales, permitiría valorar los esfuerzos realizados de otra manera. Lógicamente, el motivo de estas propuestas surge de la imposibilidad de cumplir en un escenario recesivo con los compromisos, dada la caída de la recaudación y la existencia de unos gastos remolones.

El problema surge en la diferenciación en cifras del déficit estructural del coyuntural, en la medida que no hay una forma única para determinarlo. En base a la definición legal las medidas tributarias excepcionales y el no aumento de la recaudación se debería acompañar del aumento del gasto social. Por suerte, desde un punto de vista práctico, el problema se resuelve de una manera rápida: queda determinado por la diferencia entre el objetivo marcado y la cifra real, lo cual haría bueno a cualquier gestor.

Dentro del ámbito contable empresarial esto no es una novedad; a lo largo del tiempo ciertas partidas contables han emigrado de la cuenta de resultados al neto, especialmente ganancias que no se consideraban realizadas y ello por aplicación de un adecuado principio de prudencia. Posteriormente, con la incorporación del valor razonable, se dio cabida a que tanto gastos como ingresos deambularan fuera del resultado, pero siempre dentro del neto, para posteriormente ser reciclados nuevamente al excedente, y ello sobre la base de la definición de ingresos y gastos recogidos en el marco conceptual.

No obstante, la consiguiente pérdida de relevancia informativa del beneficio, la información perdida se ha complementado con otros documentos contables, como el estado de cambios en el patrimonio neto, o más recientemente el denominado resultado total, que aúna la información de la cuenta de resultados con los saldos finales imputados al patrimonio neto. De esa manera la gestión de la entidad contable se ajusta a los verdaderos elementos que afectan a la riqueza, sin dejar fuera de los criterios de gestión a todos los ingresos y gastos.

Con un ejemplo aplicado podemos ver claro el problema: los gastos excepcionales de su economía familiar páguelos con una Visa. Desde un punto de vista contable quedarían recogidos como menor riqueza; desde el otro punto de vista sería algo coyuntural, ajeno a nuestra gestión. En este sentido, sí debemos ser conscientes que una nueva forma de medir el déficit público puede ser adecuado desde un punto de vista de política fiscal, flexibilizando criterios de plazo e importe para su cumplimiento, pero dicha posibilidad no debe olvidar en modo alguno la gestión global del déficit.

Dejar en manos de la gestión política sólo las estructuras del Estado no impide que tenga que llevarse una gestión adecuada de los efectos de la crisis en las cuentas públicas, dado que de otra manera estaríamos quitando del modelo de incentivos lo que parece que depende del entorno y no es culpa de ellos. Es importante resaltar como el conjunto de déficit debe ser financiado, y da igual su origen coyuntural o estructural, al final deviene en un pasivo –el saldo de la Visa–, en una deuda pública con un coste financiero que puede ser el siguiente problema de las cuentas públicas.

En fin, quizá pueda justificar a mi familia el cambio de huso horario, y el efecto positivo que puede tener para nuestro ocio, pero lo que creo que puede resultar más complicado es explicar que la compra del coche es algo derivado de la coyuntura, que la culpa es de la crisis, y que no deben preocuparse de la deuda generada.
Será fácil explicarles que nuestras cuentas están saneadas, por mucho que reflejen un saldo negativo en la Visa, que ese agujero ha sido por la crisis, pero que no deben obsesionarse, sólo es algo coyuntural.

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