viernes, 5 de noviembre de 2010

El BCE al descubierto

A veces, para escribir sobre un tema de actualidad, conviene coger un poco de perspectiva. En las últimas semanas se vuelve a hablar mucho de los problemas de liquidez en los bancos. Tal vez, para analizar esto podría fijarme en la evolución de los tipos y volúmenes en el mercado interbancario, pero sospecho que obtendría poca información, porque lo que nunca reflejan estas estadísticas es el volumen de las operaciones que no se realizan, que son realmente las que nos muestran el problema. Algunos me dirán que las operaciones que no se realizan se reflejan en unas estadísticas que presentan volúmenes más bajos de contratación y mayor dispersión en los precios de las operaciones contratadas. Sin embargo, mi experiencia es que ambas afirmaciones son muy parcialmente ciertas, porque las entidades más solventes actúan como activo refugio y acaparan la financiación que hay disponible. Al final, los volúmenes que se publican no son tan inferiores como antes de la crisis de liquidez o, al menos, no reflejan tan dramáticamente los problemas, y los precios a los que se cierran las operaciones no son tan dispersos como cabría esperar. En realidad, lo que se produce es una pequeña horquilla de precios para las pocas entidades que reciben la confianza de las demás, y lo que no reflejan es que hay entidades a las que sólo se presta a tipo infinito, porque eso es precisamente no prestar, pero ese es el dato que necesitamos los que analizamos estas cosas.

Así, que vuelvo al principio. Cojamos perspectiva y miremos la evolución del Banco Central Europeo en los dos últimos años, es decir, desde el estallido de la crisis hasta hoy mismo. Creo que, con independencia de los movimientos de las últimas semanas, dos años nos pueden hacer comprender mejor qué ha pasado. Básicamente ha habido una sustitución en los beneficiarios del crédito en euros del Banco Central Europeo. Así, se ha reducido la financiación a entidades de crédito en casi un 40%, alrededor de 340.000 millones de euros que, prácticamente, han ido en su totalidad a la adquisición de títulos que han crecido un 275% en un periodo tan corto. Estos valores están constituidos en su mayoría por deuda pública. Por otro lado, el Banco Central ha reducido la financiación en monedas distintas del euro, a residentes en la zona euro casi en un 90%, alrededor de 180.000 millones de euros, para adquirir con ese importe oro, cuyas posiciones han crecido en 114.000 millones (un 52%) y financiar, igualmente en monedas distintas del euro, a no residentes con el resto (un crecimiento del 48%). En pocas palabras: el Banco Central Europeo ha dejado de financiar bancos para financiar estados, y sus inversiones en moneda extranjera ha preferido dedicarlas a no residentes en la zona euro y al atesoramiento de oro (que al fin y al cabo es otra moneda, o casi diría la única moneda), que ha subido fuertemente.

Por el lado de la financiación recibida, el Banco Central Europeo ha visto caer en 140.000 millones de euros los depósitos en euros de bancos (han retirado el 30% de sus saldos en el BCE) y en 260.000 millones de euros los depósitos con no residentes (han retirado el 90%de sus saldos en el BCE). La suma de estas retiradas de depósitos del Banco Central Europeo, 400.000 millones de euros, suponen una caída del 20% en su financiación. Vamos, que el que tiene problemas para financiarse es el propio Banco Central Europeo. Esto lo ha solucionado en tres partes iguales reduciendo otro tipo de activos, emitiendo moneda y derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional (que no deja de ser una emisión de moneda) y, por último, gracias a los beneficios provenientes de la revalorización de sus activos netos.

Recapitulemos: la financiación bancaria ha caído porque ha caído la del BCE a estas instituciones, que se han visto obligadas, incluso, a retirar sus depósitos en este último. No cabe duda que estos dos movimientos eran necesarios, dado el exceso de liquidez -o de financiación si lo prefieren- que había en el momento del estallido de la crisis. Pero es que el exceso de financiación lo había provocado previamente el mismo instituto emisor. El BCE, por un lado, ha incidido en esta política de reducción de la liquidez en la zona euro aumentando la financiación en monedas distintas del euro a no residentes. Por otro lado, ha aumentado fuertemente sus posiciones en oro, lo que le convierte seguramente en uno de los grandes especuladores (y especular no es algo que en mi boca tenga connotaciones negativas) en esta moneda. Además, el oro, de manera consecuente con todo lo anterior, es una inversión que se realiza a costa de no financiar a otros, a diferencia de la compra de títulos o la concesión de préstamos.

El retrato que nos sale es bueno y nos permite desenmascarar muchas de las críticas de las autoridades políticas al sector financiero. Críticas que para ser consistentes debieran dirigirse al Banco Central Europeo, si fueran capaces de entender lo que suponen los movimientos anteriores, y que no se puede entregar tanto poder al comité de dirección de dicho instituto emisor.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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