viernes, 26 de noviembre de 2010

El euro de chocolate

Se insiste mucho en que el fuerte crecimiento de la deuda que ha colapsado la economía, se ha producido en el sector privado más que en el público. Esto es cierto, pero no puede olvidársenos dos cuestiones. La primera es que el sector privado se endeudó porque los bancos centrales pusieron a disposición de los bancos privados financiación a tipos irrisorios, financiación que éstos tomaron para prestar, a su vez, a los particulares. Esta deuda privada para algunos sectores privilegiados se está convirtiendo en deuda pública, puesto que el sector público la está asumiendo por diversas vías. Por tanto, no es cierto que el sobreendeudamiento originó la crisis, sino que la originó la sobrefinanciación de los bancos centrales. El efecto es el mismo, pero no el origen. Ni las responsabilidades.

Se exige que se ajuste el sector privado, como se dice que se está ajustando el público, y que sufra el primero lo que se dice que está sufriendo el segundo: los ataques especulativos. Se olvida que mientras los deudores públicos son pocos (se podría decir que uno por territorio soberano, aunque haya muchos entes públicos todos disfrutan del respaldo último de su Estado de alguna manera), los deudores privados son muchos. Los deudores privados llevan sufriendo el ajuste, por lo menos, desde hace dos años por dos vías: la refinanciación a la baja de los importes de sus deudas por parte de sus acreedores bancarios, que necesitan reducir su inversión y, en los casos más dramáticos, mediante acuerdos concursales y preconcursales en los que en muchos casos se alcanzan, por acuerdo privado (es decir por la libertad de contratación que descansa en los viejos principios a los que insultamos llamándolos neo y liberales), alguna de las soluciones que se propugnan como es la quita, es decir: la renuncia del acreedor a recibir total satisfacción de su deuda como modo de asegurar el resto de la misma. El sector privado fue inducido a endeudarse por las autoridades, pero no por ello ha dejado de asumir las consecuencias de sus actos, como debe ser, porque cuando uno compra, alguien vende y salvo que haya error en el consentimiento, como dicen los juristas, el contrato es válido. Ningún banco privado ha dicho que su banco central le engañó, ni ningún particular ha repudiado su deuda sobre la base de que no sabía que hacía cuando la tomó.

Los gobiernos deben sacar sus manos de la banca. Si el problema no era de endeudamiento público, lo ha comenzado a ser desde que Irlanda avaló totalmente a sus bancos o España subió la cobertura del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) de 20.000 a 100.000 euros por depositante (al margen de otras iniciativas de apoyo como el FROB o el FAAF, ya olvidado). Si hubieran dejado caer las instituciones que tenían que caer, el mercado habría cumplido con su función de exigencia de responsabilidades. Por otro lado, las pérdidas asumidas por los accionistas y por otras figuras (que el supervisor permitía que computasen como recursos propios) como las participaciones preferentes y la deuda subordinada, junto con la cobertura original (los 20.000€ en España), habrían asegurado a los depositantes la recuperación íntegra (o cuasi) de sus fondos. Se habrían producido las necesarias quitas para los tenedores de participaciones preferentes y de obligaciones subordinadas, en el caso de que no fuera suficiente con la liquidación total de los accionistas. Otra cosa, es que a los supervisores no les gusten esas quitas porque entre tanto MIFID para proteger a la clientela, resulta que se ha vendido activos de alto riesgo a cualquiera, o porque, después de tanta guerra con Basilea I y II, los recursos propios de segunda categoría (deuda subordinada) y algunos de los de primera (participaciones preferentes) no estaban para cumplir su misión: dar garantía a los acreedores comunes (depositantes) de que recuperarán sus fondos.

Luego se habla de comportamiento irracional de los mercados. Ya saben ustedes que la irracionalidad de un individuo permite a las autoridades su incapacitación. Ahora resulta que los miles de agentes que actúan en los mercados son irracionales, como una manada de elefantes azuzada por Tarzán, y que las autoridades nacionales e internacionales son el vivo ejemplo de la serenidad que caracterizaba a algunas monarquías y todos los días dicen lo mismo. Los mercados han detectado que determinados países están en situación más débil, pero que gozan de un aval implícito de otros y lo único que quieren es que el aval se haga explícito. En eso consisten los ataques especulativos. Muchos deudores privados saben de las presiones de su banco para que hicieran expresos sus compromisos de acudir en auxilio de sus negocios, otros saben más: los compromisos, en forma de aval, fueron finalmente ejecutados. Éste es el ataque especulativo que sufren los empresarios en su día a día.

Por último se insiste en que no es razonable en la valoración que se da a determinados activos privados por culpa de los ataques especulativos a los estados. En principio ningún deudor es tan solvente como un soberano en su propia moneda, por lo que los deudores privados en esa misma moneda siempre corren la suerte del soberano que la emite. Cosa distinta, es lo que comienza a pasar en Europa donde los estados no pueden emitir ninguna de las monedas en que están cifradas sus deudas, por lo que en el territorio bajo su jurisdicción puede haber deudores más solventes que ellos en cualquier moneda. Esto es así, y los mercados tendrán que asumir que la prima de riesgo que se exige al Reino no soberano de España por su deuda en euros, por ejemplo, sobre el Banco Central Europeo, el único deudor en euros con capacidad de emitirlos, puede ser mayor que la exigible a un determinado deudor en euros residente en España.

El resto de explicaciones que se oyen estos días adolecen del sentido común que los deudores y acreedores privados aplican a las negociaciones sobre los problemas que les atañen. Algunos piensan que el Estado es un ente de una naturaleza que no es de este mundo y que, por lo tanto, no está sujeto a los principios, descubiertos hace mucho, de la prudente administración y de la Economía. Con estos defensores de la moneda, el euro con más valor va a ser el de chocolate. Se lo recomiendo.

Y admíntanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario