jueves, 15 de julio de 2010

Hay que ahorrar

Ya saben que lo que se comenta hoy es el debate sobre el Estado de la Nación, que comenzó ayer en el Congreso con el discurso del usufructuario de La Moncloa. Al margen de la excusa gubernamental acusando a otros de haber previsto el pasado, lo que es cierto en algunos casos y en otros no, hubo muchos estudiosos de la economía que pronosticaron que un periodo tan largo de crecimiento de la cantidad de dinero -tipos bajos-, alto crecimiento del endeudamiento y políticas públicas animadoras del sector inmobiliario, tendría que acabar como ha acabado.

Es cierto, sin embargo, que los estudiosos no estaban tampoco en la oposición y que recibieron críticas de ambos por agoreros. Sin embargo, me parece interesante destacar las contradicciones en que entra la clase dirigente en su análisis de los hechos. El usufructuario destacó como positivo el crecimiento de las tasas de ahorro de las familias españolas hasta el 18% de la renta disponible, la reducción de la financiación de las empresas desde el 11,5% al 1,2% y la reducción de las necesidades de financiación exterior, y que todo ello se ha hecho de manera más rápida que en anteriores crisis.

Es decir, lo positivo -que lo es- es que hemos reducido nuestro sobreendeudamiento y ahorrado más y más rápido. Sin embargo, el discurso sigue siendo muy partidario del consumo, público o privado, como modo de reactivación de la economía. Está claro que la renta, o se consume o se ahorra, y no pueden las autoridades continuar con su idea de que consumamos y ahorremos más al mismo tiempo. El ahorro no es sólo una virtud porque así lo enunciemos, sino porque sus efectos positivos están a la vista.

Esto no ocurre con el consumo. Ni siquiera vale el argumento del ahorro moderado y el consumo moderado, porque siempre se nos olvida que lo que unos ahorran lo consumen otros, y si es en forma de adquisiciones que generan equipamiento empresarial, mejor, porque se aumenta la productividad inmediata y la producción futura, por lo que el pastel, para ahorrar y consumir en el futuro, será cada vez mayor. Lo que es malo es el atesoramiento, una forma de ahorro que no pone a disposición de otros lo ahorrado, pero eso sólo puede ocurrir cuando el dinero o lo ahorrado, si no toma la forma de dinero, tiene valor intrínseco.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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