martes, 22 de junio de 2010

China - EE.UU: ¿amigos o enemigos?

Pues ya ven que esta semana está siendo China la protagonista de mis comentarios. Ayer les hablaba del anuncio de las autoridades del país asiático de permitir la fluctuación -dentro de un margen- de la moneda, y ya, ayer mismo, comenzó la moneda a marcar su máximo histórico de cinco años en el mercado porque, aunque no ha comenzado a fluctuar, el mercado ya anticipa su subida. Los periódicos nos lo presentan como una disputa entre los gobiernos norteamericano y chino, en el que el primero lo exige para favorecer la creación de empleo en Estados Unidos frente a la creación del mismo en China. Algo hay de cierto en ello, pero menos de lo que podemos pensar.

Primero y fundamental, porque el empleo en unos países no se crea a costa del empleo en otros, aunque eso ocurra en ocasiones. Se puede crear empleo en dos países a la vez siempre que cada uno de ellos se dedique a aquellas tareas en que es más productivo. De hecho, se puede crear empleo en todos los países a la vez. Creer lo contario es el viejo prejuicio contra la competencia que conduce al nacionalismo y a la guerra. Si no fuera así, si no pudiera crearse empleo neto en todo el mundo a la vez, no nos quedaría más remedio que la violencia para asegurarnos nuestro nivel de vida, y eso no es nada aconsejable. Por otro lado, si así fuera, no se habría creado empleo neto desde que comenzó la división del trabajo después de que el hombre abandonara las cavernas.

Estados Unidos es más productivo en determinadas tareas que China, y puede seguir así: abandonando ramas de actividad en las que los asiáticos le dan alcance, y dedicándose a otras nuevas en las que les siguen sacando ventaja. China, además, necesita que otros inviertan en ella para mejorar la productividad y el nivel de vida de los chinos, y no continuar invirtiendo fuera a costa de mantener a sus trabajadores en muy bajos niveles adquisitivos. Para ello, nada mejor que el estímulo que para la inversión en capital suponen salarios más altos que los ofrecidos hasta ahora.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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